Lotman
y el canon literario
José
Mª Pozuelo Yvancos
Tres
son las principales aportaciones de Lotman a una teoría del canon literario: 1)
la inscripción de la vieja teoría de Tynianov-Sklovski en un marco teórico más
amplio y general que afecta al funcionamiento dinámico del sistema semiótico;
Lotman y Tartu ofrecen una coherente y compleja explicación, una teoría, sobre
conceptos que venían estando dispersos y no se habían inscripto como interpretación
global del fenómeno de la formación de cánones en una cultura, 2) la fuerte
densidad que obtienen en la teoría de Lotman la conciencia metateórica de los propios sistemas; la auto-descripción
y el papel de los metatextos ayudarán a resolver polémicas entorno al canon; y
3) la explicación de la vieja antinomia entre estabilidad y cambio,
previsibilidad e imprevisibilidad en la determinación de los elementos
creativos y su lugar frente a los modelos descriptivos del código, ha supuesto
la más sagaz resolución del problema de la creatividad y del carácter movedizo
de los cánones que tal creatividad impone.
Lotman
ha desarrollado una teoría del lugar de las fronteras en la semiosfera que
afecta directamente a la cuestión del canon. la frontera tiene una función
explicativa fuerte de los procesos vistos por Tynianov y Sklovski sobre la
dialéctica entre estratos canonizados y no canonizados en una cultura y su
progresivo desplazamiento. los que estaban afuera tienden progresivamente a
ocupar el centro del sistema y un estrato no canonizado pugna por insertar sus
propio repertorio y modelos, según hemos ido viendo. Pero Lotman da un paso más
al interpretar que en esa dialéctica se definen simultánea y
interdependientemente los lugares: no hay centro sin periferia y el dominio de
la cultura, su propia constitución interna, precisa de lo externa ella para
definirse. Puesto que la frontera es una parte indispensable de la semiosfera,
esta última necesita de un entorno exterior "no organizado" y lo
construye en caso de ausencia. Toda cultura crea no sólo su propia organización
interna, sino también su propio tipo de desorganización externa. El canon del
Clasicismo en la antigüedad generó a los "bárbaros" para tomar
conciencia de sí mismo: el lenguaje común a ese canon clasicista se establece
en relación a la ausencia de ese lenguaje en "los otros"; las
estructuras externas a ese modelo, situadas al otro lado de la frontera que
crea tal autoconciencia, son declaradas no-estructuras, los textos de esa
exterioridad como no-textos y en general su esfera como no-cultura.
La
idea de canon se cubre con la idea de una organización cultural que se propone
a sí misma como modelo con aspiración generativa y constituye una ambición
constante del mecanismo semiótico -que tiende a la autoorganziación- de toda
cultura. La definición misma de cultura reclama a la de canon como elenco de
textos por los cuales una cultura se autopropone como espacio interno, con un
orden limitado y delimitado frente a lo externo, del que sin duda precisa. La
consecuencia para el debate actual es clara: ambiciona, en cualquier momento
del proceso, un orden estático que fije el proceso y lo detenga, traduce un
idealismo poco consecuente con el funcionamiento de los sistemas semióticos. En
la medida en que el canon, como la cultura, depende del dispositivo crítico de
su autoorganización frente a lo externo, la discusión en torno al canon es
irreductible a un punto histórico de estabilidad y precisa de la
"amenaza" constante de lo exterior para afirmarse. A todo tipo de
cultura corresponde a un tipo de "caos" y genera históricamente el
propio tipo de no-cultura que le es inherente. La configuración de los cánones
la veo en este sentido directamente afectada por tal dialéctica refleja, en
tanto funcionan históricamente como la aspiración de los grupos a resumir su
opción como "la cultura" y sus rechazos como "no cultura".
En
el estudio de 1973, "Sobre el contenido y la estructura del concepto de 'Literatura artística'", la movilidad del concepto de Literatura. la
difícil traza de su frontera, y el dinamismo que le es inherente y que había
sido marcado por Mukarowsky y Bajtin, a quien Lotman cita expresamente, es
argumento para desarrollar el principio de que los textos no-literarios, las
definidas como subliteraturas y las periferias a los sistemas son correlativos
a la literatura y precisos en el orden de su concepto. Es más, desarrolla
Lotman una idea muy querida a los teóricos eslavos y que desarrollaron
Tynianov, Sklovski, Eichenbaum y fue nuclear para el libro de Bajtin sobre Rabelais.
Tal idea enuncia así: El mecanismo de la evolución literaria estaba
determinado por la influencia y la sustitución funcional recíprocas de su capa
"de arriba" y su capa "de abajo". En la creación verbal no
canonizada, que se halla fuera de los límites de la legitimada por las normas literarias,
la literatura extrae recursos de reservas para las soluciones innovadoras de
las épocas futuras.
También
afecta de lleno a una teoría sobre el canon la dialéctica memoria/olvido que
Lotman y Uspenski comentan en su estudio conjunto de 1971 "acerca del
mecanismo semiótico de la cultura":
Puesto que una cultura se concibe a sí misma como existente tan sólo si se identifica con las normas constantes de su propia memoria. La longevidad de los textos forma, en el interior de la cultura, una jerarquía que se identifica corrientemente con la jerarquía de los valores. Los textos que pueden considerarse más válidos son aquellos de mayor longevidad, desde el punto de vista y según los criterios de determinada cultura. La longevidad del código viene determinada por la constancia de sus elementos estructurales de fondo y por su dinamismo interno: por la posibilidad de cambiar conservando al mismo tiempo la memoria de los estados precendentes y, por tanto, la auto-conciencia de la unidad. La relación entre canon y longevidad de los textos es mucha, si bien conviene no olvidar que "la transformación en texto de una cadena de hechos va acompañada inevitablemente por la selección y por el olvido de otros declarados inexistentes. En este sentido todo texto constituye no sólo a la memorización sino también al olvido.
Puesto que una cultura se concibe a sí misma como existente tan sólo si se identifica con las normas constantes de su propia memoria. La longevidad de los textos forma, en el interior de la cultura, una jerarquía que se identifica corrientemente con la jerarquía de los valores. Los textos que pueden considerarse más válidos son aquellos de mayor longevidad, desde el punto de vista y según los criterios de determinada cultura. La longevidad del código viene determinada por la constancia de sus elementos estructurales de fondo y por su dinamismo interno: por la posibilidad de cambiar conservando al mismo tiempo la memoria de los estados precendentes y, por tanto, la auto-conciencia de la unidad. La relación entre canon y longevidad de los textos es mucha, si bien conviene no olvidar que "la transformación en texto de una cadena de hechos va acompañada inevitablemente por la selección y por el olvido de otros declarados inexistentes. En este sentido todo texto constituye no sólo a la memorización sino también al olvido.
En
orden a la constitución de un canon la dialéctica memoria/olvido señala el
carácter convencional de la constitución del elenco, toda vez que es
irrenunciable para la constitución de un canon la selección desde la óptica del
valor e ideología de una cultura dada y la cobertura de la longevidad desde
esta misma óptica, que ignora o posterga los textos olvidados. La memorabilidad
de los textos nace vinculada al propio mecanismo jerárquico de la selección y
su proyección sobre la Historia no es autónoma al código desde el que se
ejecuta tal selección, aunque es fundamental al canon del idealismo pretender
evita tal vinculación y presentar sus valores como autónomos al código.
En
este sentido es muy importante para entender el mecanismo de formación del
canon una observación que Lotman hace en "Acerca de la semiosfera"
(1984), cuando refiere a la dialéctica fronteriza entre el centro y la
periferia y al impetuoso auge de las periferias que logran trasladar al centro
sus líderes, reglas y conquistar el núcleo del sistema, añade: "Esto, a su
vez, estimula (por regla general, bajo consigna del regreso "a los
fundamentos") el desarrollo semiótico del núcleo cultural, que de hecho es
ya una nueva estructura surgida, en el curso del desarrollo histórico, pero que
se entiende a sí misma en metacategorías de las viejas estructuras. La
oposición centro/periferia es sustituida por la oposición ayer/hoy.
Todo
centro desplazado metacategoriza sus viejas estructuras y pretende extraerlas
del devenir histórico para regresar a la que presenta como "los
fundamentos". Todo canon, entonces, es histórico y positivo, se constituye
como resultado de una teoría y se da cuando tal teoría cobra un sentido fuerte
de su autoconstitución frente a los otros textos que permanecen afuera. Ello
genera, como veremos en el siguiente punto, una fuerte dependencia entre canon
y reflexión metateórica y un cierto sentido especular entre canon y textos
teóricos de una cultura dada. El carácter especular se deduce de la medida como
toda cultura tiende a definir la historia como espejo de la propia postulación
de su significado por parte de quien lo establece y tiende a leer la pérdida
del centro como una desaparición del propio canon. Ayer/hoy se reescribe como
dentro/fuera de la "literatura" y centro periferia como valores
eternos vs. valores fungibles.
La
Escuela de Tartu entendió la cultura más que como una suma de textos como un
mecanismo que crea un conjunto de textos y poner énfasis en la capacidad
autoorganizativa y en el grado de autoconciencia como indispensables para
definir la cultura. "Por lo general la cultura puede representarse como un
conjunto de textos, pero desde el punto de vista del investigador es más exacto
hablar de cultura como mecanismo que crea un conjunto de textos y hablar de los
textos como realización de la cultura" Esta cita reproduce el concepto
clave para Tartu de la cultura como mecanismo generativo y estructurador que
basa sus fronteras en la autoconciencia y autoorganización. Y es valiosísima
para una teoría sobre el canon.
Los
miembros de Tartu habían planteado una doble tendencia en el seno de la
cultura, dos mecanismos contrapuestos: la tendencia a la variedad (que Lotman
había llamado en su libro "estética de la diferencia") y la tendencia
a la uniformidad, a entender la propia cultura como lenguajes unitarios,
rigurosamente organizados (a la que Lotman había llamado "estética de la
identidad") La primera tendencia impele a la creación de estructuras
relativamente amorfas, en tanto que la segunda tiende a una rígida organización
interna.
En
su monografía "Sobre el contenido y la estructura del concepto 'Literatura
artística'" (1976), Lotman desarrolla específicamente referida a la literatura
la cuestión del canon, cuando habla de los sistemas de valor, que
se someten y organizan como escalas desde el "top" (arriba) al
"bottom" (abajo). La distribución de los grupos de textos que
difieren en su estructura y función, dentro de clases jerárquicas de los
sistemas axiológicos puede considerarse, añade, una característica esencial de
las tipologías de las culturas. Y el lugar asignado a la literatura en la
jerarquía general de los valores de los textos es de vital importancia para
entender la función de los mismos en el seno de su cultura. Con todo, advierte
Lotman, en el texto literario ocurre algo diferente a los demás: da lugar a
evaluaciones axiológicas mutuamente excluyentes y desplazamientos constantes en
la escala desde un extremo a otro, incluso un mismo texto cambia de lugar,
desde el "top" al "bottom" y viceversa.
Lotman explica
esta particularidad refiriéndola al propio isomorfismo que guarda con la
cultura, esto es, nunca constituye la Literatura un grupo de textos
independiente del mecanismo de su autoorganización. Los metatextos acompañan
siempre a la literatura a modo de normas, reglas y críticas que hacen que la
literatura vuelva sobre sí misma autoorganizándose, estructurándose. A esa
autoorganización correponde tanto el mecanismo de las exclusiones (literario vs. no literario) como la propia jerarquía interna entre los admitidos. Y
ejemplifica nuestro autor con el Clasicismo, y sus categorías
"correcto", "racional", "absurdo" o con la vieja
polémica habida en Rusia, sobre la estructura artística en prosa. La exclusión
de textos del dominio literario ocurre no sólo en el nivel sincrónico, sino
también en el diacrónico: un cambio de normas en los metatextos genera
exclusiones acordes con las concepciones teoréticas cambiantes, lo que
ejemplifica Lotman con detalle en la construcción de la Historia Literaria Rusa
y el debate iniciado por Bielinski en torno al realismo. El lector puede seguir
en esta historia un ejemplo precioso de la constitución y controversia en torno
al canon concreto.
Progresivamente
fue cobrando importancia en las reflexiones de Lotman el fenómeno de la
creatividad de los textos y del continuo desafío que ésta imponía al código,
así como la huida del determinismo, lo que ocupará el tercer estadio de nuestra
atención referida al canon. De hecho, la relación entre lo previsible y lo
imprevisible, lo esquemático y lo creativo afecta de manera crucial de debate
sobre su constitución y prolongación en el tiempo. En su estudio "sobre el
papel de los factores casuales en la evolución literaria" (1989) reformula
explícitamente el modelo de Tynianov-Sklovski sobre la evolución literaria que
había descrito la dialéctica centro-periferia, y lo hace para dar cuenta de por
qué el centro y la periferia no sólo cambian de lugar sino que crean formas
totalmente nuevas, no predecibles.
En
el eslabón Código-Texto introduce Lotman el elemento imprevisible que indican
los factores casuales que son los que permiten diferentes interpretaciones del
texto. Y añade que:
En el funcionamiento real de la cultura no es la le
lengua la que antecede al texto sino que es el texto, primario por su propia
naturaleza, el que antecede a la aparición de la lengua y la estimula. Una obra
innovadora del arte, al igual que loa descubrimientos arqueológicos arrancados
de sus contextos históricos nos son dados primero como textos en ninguna
lengua. Sabemos que son textos, aunque el código para sus lectura ha de ser
descrito por nosotros mismos.
He
aquí una de las grandes ideas motrices de líneas de investigación: ciertos
textos, los innovadores, creativos, no están en ninguna lengua, en el sentido
de que precisan que se cree el código par su interpretación. Es idea que se ha
expresado repetidamente por poetas, así Jorge Guillén quien defendió que el
poema crea su propio lenguaje, y que Lotman inscribe en un marco más general de
la dialéctica de previsibilidad vs. imprevisibilidad en los sistemas. Los
procesos cognoscitivos y los creativos tienen un diferente funcionamiento, en
tanto los primeros, como la ciencia, precisan reducir lo casual a invariantes
reguladas por el propio conocimiento, en tanto el tiempo de la ciencia es el
pasado-presente, es decir, ya existe, los segundos, los objetos del arte se sitúan
en el presente-futuro, y proyectan una imprevisibilidad que hace explosionar el
código.
La
tesis central del libro de 1992 es que la cultura obliga a una constante
resituación de la dialéctica entre los previsible e imprevisible, por cuanto
sus códigos se ven continuamente explosionados, sobrepasados por nuevos textos
que introducen factores casuales. La lengua de cultura es parcialmente
desconocida en cada momento histórico, en tanto se proyecta desde el presente
al futuro, y es por ellos parcialmente intraducible, por eso se convierte en
explosión.
La
teoría literaria, y toda descripción científica, tiende a crear un isomorfismo
no deseable entre los procesos cognoscitivos y los creativos. Tendemos en la
crítica literaria a reducir lo casual e impredecible del nombre propio a
nombres comunes, buscando las invariantes a todo fenómeno. Tal tendencia
universal inherente a los procesos cognoscitivos crea también la norma y los
códigos necesarios para reducir los elementos impredecibles del eje
presente-futuro leyéndolo en el eje presente-pasado: que es otra cosa que
lectura del presente hacia el pasado y la creación de un isomorfismo entre
texto y código, creando, en el caso de los textos creativos, nuevos códigos en
los que inscribirlos.
La
retrospección histórica reconstruye una unidad falsa entre los acontecimientos,
uniformando lo dispar y reduciendo lo casual e imprevisible a predecible. Las
esferas dinámicas de la cultura, las creativas, son aquellas en las que los
factores casuales juegan más importante papel, pero la Historia introduce en su
retrospección un modelo potencial que se sitúa en el eje de la regularidad.
Así
no solamente el torrente de textos, sino también su estructura, recibe una
coordenada temporal, es decir, la historia. Entre la esfera de lo casual y de
lo regular se produce un constante intercambio. Lo casual, en relación con el
futuro, actúa como punto de partida de una cadena regular de consecuencias y,
en relación con el pasado, se interpreta de forma retrospectiva como inevitable
y providencial. Dicho modelo tiene lugar con una mayor fuerza cuando tratamos
con textos artísticos, en los que momento de la casualidad y la influencia
inversa del texto en la lengua son especialmente evidentes. La historia tiene
muchas capas y supone una estructura jerárquica compleja. En ciertos niveles
dominan leyes espontáneas. El hombre las percibe como algo dado. Las leyes se
realizan a través de su actividad, pero esta misma actividad no es el resultado
de una elección libre.
La
construcción misma del canon como estructura procedente de la Historia busca
entender los grandes textos creativos sometidos a procesos de regularidad y se
explica bien según este modelo. Ahora bien, aunque la cultura en general actúe
como una "estructura pensante", generadora de información, la
pregunta de Lotman es ¿cómo se pone en marcha?. Para el mecanismo de la
conciencia individual y colectiva se ponga en marcha es necesaria
"introducir el texto" y para producir nuevos textos es necesario
tener un texto.
La
redundancia que todo proceso histórico impone en forma de regularidad a los
procesos creativos o casuales, generando para ellos formas constantes, se
articula, sí, sobre ciertos rasgos tipológicos que actúan como factores de
génesis, pero no son abstracciones esenciales, sino puntos de encuentros en la
reconstrucción histórica del proceso. El proceso de explicación cognoscitivo
sitúa los respectivos lugares de síntesis en que los factores casuales, los
textos creativos, actúan como motores de arranque. Todo canon se resuelve como
estructura histórica, lo que lo convierte en cambiante, movedizo y sujeto a los
principios reguladores de la actividad cognoscitiva y del sujeto ideológico, individual
o colectivo, que lo postula.
Tomado
de:
POZUELO
YVANCOS, José: "I. Lotman y el canon literario". En: SULLÁ, Enric
(Comp.) (1998): El canon literario. Madrid, Arcos, pp. 223-236.
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