Hacia una memoria instrumental
de lo audiovisual
de lo audiovisual
Jacques Derrida y Bernard Stiegler dialogan para la televisión
J. D.- (...)La mayor parte de los dispositivos técnicos que construyen nuestro espacio moderno son utilizados por gente que desconoce su funcionamiento. La mayoría de las personas que manejan un automóvil, que se sirven de un teléfono, un e-mail o fax, y a fortiori quienes miran televisión, no saben cómo funcionan. Lo hacen en una situación de relativa incompetencia. Con la declinación de la soberanía estatal, me sentiría tentado a ver en esta incompetencia relativa y su crecimiento inconmensurable con respecto a la incompetencia del pasado una de las claves de la mayor parte de los fenómenos inéditos que, para conjurarlos, se intenta asimilar a viejos monstruos ("retorno a lo religioso", arcaísmos "nacionalistas")
B. S. -Pero dicho esto, no es lo mismo no saber cómo funciona algo y no saber cómo valerse de él. Un virtuoso del teclado, piano, clavicornio o sintetizador, puedo o no conocer ni saber nada de lo que pasa en el mecanismo que gobierna ese teclado. Y el fabricante que lo construyó no por eso es músico. En este aspecto, la cultura instrumental no puede reducirse, como ocurre con demasiada frecuencia, a la cultura del técnico entendido en un sentido muy restringido de la palabra. Uno puede saber utilizar algo cuyo funcionamiento desconoce, sin embargo, es incapaz de utilizar o sólo puede hacerlo muy mal.
J. D. -Sí pero lo que parece agravarse es la pasividad con respecto a ese funcionamiento. Así pues, lo que en efecto hay que favorecer -nunca lo lograremos totalmente- ,lo que hay que desarrollar, es lo que a veces aparece con el nombre un poco ridículo de "interactividad": el consumidos responde de inmediato cuando se lo interroga, e interviene a su turno para plantear preguntas, reorientar el discurso, propone otras reglas. ¡Pero todo esto se hace en un magnitud tan pequeña! No tiene ninguna medida común con lo que nosotros deseamos, a saber, que los destinatarios puedan a su vez transformar lo que les llega, el "mensaje", o comprender cómo se hace y se produce, para reactivar de otras manera el contrato.
Es cierto, nunca se conseguirá una especie de simetría o reciprocidad; ese espejismo en el que el destinatario vuelve a apropiarse de lo que le llega es un fantasma, pero no una razón para abandonarlo a la pasividad y no abogar en favor de todas las formas sumarias o sofisticadas del derecho a réplica, el derecho de selección, el derecho de intercepción, el derecho de reinversión. Se abre con ello un campo vasto. Por otra parte, creo que, a un ritmo que hoy parece incalculable, ese desarrollo se producirá inexorablemente. Está en formación, se aproxima; esta reapropiación relativa está en curso, y a través de todos los debates o todos los dramas de que acabamos de hablar, se hace notar un proceso de esa naturaleza. No habría que decir aquí, sobre todo, "reapropiación", ni siquiera relativa, sino analizar otra estructura de lo yo había propuesto llamar expropiación...
J. D. -Desde luego, no hay reapropiación total, pero, por esa misma razón, tampoco hay renuncia a la reapropiación. El hecho de que no haya fin posible de la reapropiación no significa que sea posible o deseable renunciar a ella. En todo caso, es lo que abre el camino al deseo de reapropiarse, y a la guerra entre las apropiaciones.
B. S. -Precisamente porque no hay reapropiación total posible, cabe imaginar la construcción de unos saberes que intensifiuen los mecanismos y deseos de reapropiación. Del mismo modo que en la cultura libresca se conformó la escuela para desarrollar saberes de esa índole, se puede imaginar la constitución de saberes de la imagen.
J. D. -Si se puede proseguir con la comparación , nos encontramos en líneas generales en un estado de casi analfabetismo con respecto a la imagen. Así como la alfabetización y el dominio de la lengua, el discurso hablado o escrito, nunca fueron universalmente compartidos, hoy en día, en relación con lo que nos llega de la imagen, puede decirse por analogía que la masa de los consumidores se encuentra en un estado análogo a esas diversas modalidades de analfabetismo relativo.
B. S.-La cuestión aquí es verdaderamente la analogía, porque no se puede hablar de analfabetismo o alfabetización más que en la medida en hay relación con la letra, vale decir, con un elemento discreto que aparentemente no se encuentra en la imagen.
J. D. -Aparentemente no son letras, pero hay sin duda un montaje de elementos discretos. Uno tiene la impresión de verse invadido de inmediato por una imagen global e inanalizable, indisociable. Pero también se sabe que no hay nada de eso. Es una apariencia: las imágenes se pueden recortar, fragmento de segundo por fragmento de segundo, y eso plantea muchos problemas, ¡en especial jurrídicos!. También hay, si no un alfabeto, al menos una serialidad discreta de la imagen o las imágenes. Hay que aprender a discernir, componer, pegar, a montar, justamente.
(...) Habría por tanto una necesidad política de que se desarrollara un nuevo tipo de relación con la imagen. Pero también se trataría de concebir una política de la memoria que tendría necesariamente un carácter instrumental. Si seguimos con la analogía con la escritura, a la vez que nos esforzamos por tener en cuenta los límites que entraña ese ejercicio, de hecho hablamos aquí de regularidades discretas, es decir, de "gramática" en ese sentido. Ahora bien, parece completamente evidente que no se puede concebir gramáticos sin que haya una amplia apropiacón de la técnica de la escritura, que da la relación letrada con la lengua y los saberes instrumentales que hace posibles. Sin esta vasta diseminación de una cultura que es profundamente y en primer lugar técnica instrumental, cuesta imaginar que pueda desarrollarse una cultura escolar. Aprender a leer y a escribir es en principio aprender una técnica, cosa que se olvida con demasiada frecuencia. Y esta competencia técnica es necesariamente compartida por los "emisores" y los "receptores" de escritos, porque hay que saber leer para poder escribir. Si se hace la comparación con las teletecnologías contemporáneas, la cuestión es saber en qué podría consistir una cultura instrumental de la audiovisual.
Tomado de:
DERRIDA, Jacques y STIEGLER, Bernard (1998): Ecografías de la televisión. Entrevistas filmadas. Bs. As. Eudeba, pp. 76-81.