30 diciembre 2013

El valor de las apariencias. Susan Sontag








El valor de las apariencias


Susan Sontag



Es común entre quienes han vislumbrado algo bello la expresión de pesadumbre por no haber podido fotografiarlo. La cámara ha tenido tanto éxito en su función de embellecer el mundo, que las fotografías, mas que el mundo, se han convertido en la medida de lo bello. Orgullosos anfitriones  bien pueden presentar fotografías de sus casa para mostrar a los visitantes lo esplendida que es en verdad. Aprendemos a vernos fotográficamente: tenerse por atractivo es, precisamente, juzgar que se saldría bien en una fotografía. Las fotografías crean lo bello y lo desgastan. Algunos esplendores de la naturaleza, por ejemplo, se han abandonado del todo a las infatigables atenciones de los entusiastas aficionados a la cámara. A los saciados de imágenes es probable que las puestas de sol les parezcan sensibleras; se parecen ya demasiado, ay, a fotografías.


Muchas personas se inquietan cuando están por ser fotografiadas: no porque teman, como los primitivos, un ultraje, sino porque temen la reprobación de la cámara. quieren la imagen idealizada: una fotografía donde luzcan mejor que nunca. Se sienten reprendidas cuando cuando la cámara no les devuelve una imagen mas atractiva de lo que son en realidad. Pero pocos tienen la suerte de ser "fotogénicos" , o sea, de lucir mejor en fotografías que en la vida real. Que las fotografías sean a menudo elogiadas por su veracidad, su honradez, indica que la mayor parte de las fotografías, desde luego, no son veraces.


Las consecuencias de la mentira deben ser mas centrales para la fotografía de lo que nunca serán para la pintura, pues las imágenes planas y rectangulares de las fotografías ostentan una pretensión de verdad que jamas podrían reclamar las pinturas. Una pintura fraudulenta (cuya atribución es falsa) falsifica la historia del arte. Una fotografía fraudulenta (que ha sido retocada o adulterada) falsifica la realidad. La historia de la fotografía podría recapitularse como la pugna de dos imperativos diferentes: el embellecimiento que viene de las bellas artes, y la veracidad, que sólo se estima mediante una noción de verdad al margen de los valores, legado de las ciencias, sino mediante un ideal moralizado de la veracidad, adaptado de los modelos literarios del siglo XIX y de la (entonces) nueva profesión del periodismo independiente. Se suponía que el fotógrafo , como el novelista prerromántico y el reportero, iba a desenmascarar la hipocresía y combatir la ignorancia. 


Desnudo de Edward Weston


Liberados de la necesidad de restringir sus opciones (como los pintores) en cuanto a las imágenes que merecía la pena contemplar, a causa de la rapidez con que las cámaras registraban todo, los fotógrafos transformaron la visión en un nuevo tipo de proyecto: como si la propia visión, cultivada con suficiente avidez y resolución, pudiera en verdad conciliar las exigencias de la verdad con la necesidad de encontrar bello el mundo. Objeto antes admirado por su capacidad para verter fielmente la realidad y también despreciado por su grosera exactitud, la cámara ha terminado por promover enérgicamente el valor de la apariencias. Las apariencias tal como las registra la cámara. Las fotografía no se limitan a verter la realidad de modo realista. Es la realidad la que se somete a escrutinio y evaluación según su fidelidad a las fotografías.


Los primeros fotógrafos hablaban como si la cámara fuera una copiadora; como si cuando una persona opera un cámara , fuera la cámara la que ve. El fotógrafo era tenido por un observador agudo pero imparcial: un escriba, un poeta. Pero como la gente pronto descubrió que nadie retrata lo mismo de la misma manera , la suposición de que las cámaras procuran una imagen objetiva e imparcial cedió ante el hecho de que las fotografías no sólo evidencian lo que hay allí sino lo que un individuo ve, no son sólo un registro sino una evaluación del mundo. 


Retrato de Gaspar Nadar



Aunque la mayoría de la gente meramente secunda las ideas recibidas de lo bello cuando hace fotografías, los profesionales ambiciosos suelen pensar que la desafían. De acuerdo con los héroes de la modernidad como Weston, la aventura del fotógrafo es elitista, profética, subversiva, reveladora. Los fotógrafos manifiestan estar efectuando una tarea blakeana de depurar los sentidos, "revelando a otros el mundo viviente que los rodea, mostrándoles lo que sus propios ojos ciegos habían pasado por alto".



La visión fotográfica, cuando se examinan sus pretensiones, consiste sobre todo en la práctica de una especie de visión disociativa, un habito subjetivo que se afianza en las discrepancias objetivas entre el modo en que la cámara y el ojo humano enfocan y juzgan la perspectiva. Tales discrepancias no pasaron inadvertidas para el público en los primeros tiempos de la fotografía. Una vez que se acostumbro a pensar en términos fotográficos, la gente dejo de hablar de distorsión fotográfica, como se denominaba. Así, uno de los éxitos peremnes de la fotografía ha sido su estrategia de transformar seres humanos en cosas y cosas en seres humanos. Los pimientos que Weston fotografió en 1929 y 1930 tienen un voluptuosidad infrecuentes en sus desnudos femeninos. 



Para Weston, la belleza misma era subversiva, y la gente que se escandalizaba ante sus ambiciosos desnudos parecía corroborarlo. Ahora los fotógrafos propenden mas a enfatizar la llana humanidad de sus revelaciones . Aunque no han cesado de buscar la belleza, ya no se piensa que la fotografía propicia una revelación psíquica bajo la égida de lo bello. Los modernistas ambiciosos como Weston y Cartier-Bresson, que entienden la fotografía como una manera genuinamente nueva de ver (precisa, inteligente, incluso científica), han sido desafiados por fotógrafos de una generación posterior, como Robert Frank, que quieren una cámara no incisiva sino democrática, que no se proclaman adalides de una nueva visión.


Jacob Riis, hoscos y difusos habitantes de Nueva York



En la medida en que la fotografía sí arranca los envoltorios secos de la visión habitual, crea otro habito de visión: intenso y desapasionado, solicito y distante a la vez; hechizado por el detalle insignificante, adicto a la incongruencia. Pero la visión fotográfica debe ser renovada constantemente con nuevos choques, ya por el tema o la técnica, para dar la impresión de infligir la visión ordinaria. Pues la visión, puesta en jaque por las revelaciones de la fotografía, tiende a adecuarse a las fotografías. Lo que antes sólo veía un ojo muy inteligente ahora lo puede ver cualquiera.


Así como los ideales formalistas de la belleza perecen, en perspectiva, vinculados con un determinado talante histórico, el optimismo acerca de la época moderna (la nueva visión, la nueva era), el declive de las pautas de pureza fotográfica representadas por Weston y la escuela de la Bauhaus  ha acompañado la desilusión moral experimentada en los recientes decenios. en el actual talante histórico, la noción formalista de la belleza tiene cada vez menos sentido. Han adquirido prominencia modelos de la belleza más oscuros y incircunscriptos a su tiempo., lo cual ha inspirado una revaloración de la fotografía del pasado; y, en una aparente revuelta contra lo Bello, las generaciones recientes de fotógrafos prefieren mostrar el desorden, destilar una anécdota antes de aislar una forma simplificada, en ultima instancia tranquilizadora. Pero a pesar de las manifiestas pretensiones de una fotografía indiscreta, improvisada, con frecuencia cruda, de revelar la verdad y no la belleza, la fotografía todavía embellece. En efecto, el triunfo más perdurable de la fotografía ha sido su aptitud para descubrir la belleza en lo humilde, lo inane, lo decrépito. En el peor de los casos, lo real tiene un pathos. Y ese pathos es la belleza.


La fuerza de una fotografía reside en que preserva abiertos al escrutinio instantes que el flujo normal del tiempo reemplaza inmediatamente. Este congelamiento del tiempo -la insolente y conmovedora rigidez de la fotografía- ha producido cánones de belleza nuevos y mas excluyentes. Pero las verdades que se pueden representar en un momento disociado, por muy significativo y decisivo que sea, tienen una relación muy restringida con las necesidades de la comprensión. contrariamente a lo que proponen las declaraciones del humanismo a favor de la fotografía, la capacidad de la cámara para transformar la realidad en algo bello deriva de su relativa debilidad de como medio para comunicar la verdad. 



















Tomado de:
SONTAG, Susan (2006): Sobre la fotografía. Bs. As. Alfaguara, pp. 125-160.