31 diciembre 2015

El adjetivo es el "decir" del texto. Roland Barthes




El adjetivo es el "decir" del deseo


Entrevista a Roland Barthes


La entrevista con Roland Barthes ha sido realizada antes de la aparición de su importantísimo libro El placer del texto, en las Éditions de Seuil (Siglo XXI, 1974). Es evidente que este libro es la referencia principal de esta entrevista.No nos proponemos hacer exégesis de Barthes, y este dossier no reemplaza la lectura de El placer del texto: al contrario, quisiéramos incitar de leerlo.


-La cuestión del placer estético no parece nueva: fue evocada, entre otras, por la generación de los Valéry Larbaud, Schlumberger, etc. ¿Pero se trata realmente de la misma cuestión? O más precisamente: ¿qué cambia cuando se práctica esta ínfima manipulación de los términos, sustituyendo el "placer literario" por el "placer del texto"?


-Nada es nuevo, todo vuelve, es un antiguo romance. Lo importante es que el retorno se haga en el mismo lugar: sustituir el círculo (religioso) por la espiral (dialéctica). El placer de la lectura es conocido y comentado desde hace mucho tiempo; no veo ninguna razón para cuestionarlo o censurarlo, incluso si se expresa en el marco de lo que podría llamar un pensamiento de mandarín. Los placeres también son finitos, y si la sociedad desalienada se logra un día será necesario que retome ciertos fragmentos del "savoir vivre" burgués, pero en otro lugar, en espiral.


Una vez dicho esto, la expresión "placer del texto" puede ser nueva de dos maneras: por una parte, permite poner en igualdad de condiciones, diré incluso en identidad, el placer de escribir y el placer de leer (el ´"texto" es un objeto sin vector, ni activo ni pasivo; no es un objeto de consumo, es una producción cuyo sujeto irreparable está en perpetuo estado de circulación); por otra parte, el "placer" en esta expresión no tiene valor estético: no se trata de "contemplar" el texto, ni siquiera de "proyectarse", de "participar" de él; si el "texto" es objeto, es en un sentido puramente psicoanalítico: aprisionado en una dialéctica del deseo, y para ser más precisos, de la perversión: sólo es "objeto" durante el tiempo suficiente para poner en cuestión al "sujeto". No hay erotismo sin "objeto", pero también lo hay sin vacilación del sujeto: todo está allí, en esa subversión, en ese tambaleo de la gramática. En mi pensamiento, el "placer del texto" también remite al algo que es totalmente desconocido por la estética, y sobre todo por la estética literaria, y es el goce, modo de desvanecimiento, de anulación del sujeto. ¿Por qué decir entonces "placer del texto" y no "goce del texto"? Porque hay en la práctica textual toda una gama, todo un abanico de dispersiones del sujeto: el sujeto puede ir de la consistencia (entonces hay contentamiento, plenitud, satisfacción, placer en sentido propio) a un pérdida (entonces hay anulación, fading, goce); desgraciadamente la lengua francesa no dispone de una palabra que recubra a la vez placer y goce; hay que aceptar la ambigüedad de la expresión "placer del texto", que a veces es especial (placer contra goce) y otras es general (placer y goce)


-En el trabajo que es propio de usted, la palabra "placer" no surgió de manera explícita más que muy recientemente. Pero antes de aquella palabra había ya una actividad, o al menos una obsesión, algo latente y suficientemente ramificado como para inervar hasta sus propios escritos. Se diría que la cuestión comenzó a resolverse (en la práctica) antes de ser planteada (en la teoría): por su propia cuenta adoptó el partido de una lengua mullida, sensual, que al hablar de un textoya dejaba pasar un poco del placer que usted había sentido al leerlo...


-El placer del texto es un valor muy antiguo en mí: el primero que me aportó el derecho teórico al placer fue Bretch. Si en cierto momento afirmé explícitamente este valor, fue bajo la presión táctica de cierta situación. Me pareció que le desarrollo casi salvaje de la crítica ideológica exigía cierta corrección, porque corría el riesgo de imponer al texto, a su teoría, una especie de padre cuya función vigilante sería la de impedir el goce; el peligro entonces sería doble: privarse uno mismo de un placer capital y abandonar ese placer al arte apolítico, al arte de derecha, cuya propiedad abusiva se reservaría. Soy demasiado bretchiano como para no creer en la necesidad de hacer coexistir la crítica y el placer.


-A usted le gusta sembrar sus textos de incisos metafóricos, de los que se adivian que exceden la pura y simple función ornamental o explicativa. Y el adjetivo, plaga de la crítica burguesa, es redundante en usted. ¿Pero hasta dónde se permite ir sin sucumbir al subjetivismo? ¿No mantiene un precario equilibrio entre dos inconciliables que son la relación "amorosa" y relación "científica".


-Hablar, escribir uniformemente sin adjetivo no sería más que un juego a menudo muy sabroso análogo al que montan los "oulipianos". De hecho (¡gran descubrimiento!), hay bueno y malos adjetivos. Cuando el adjetivo viene al lenguaje de manera puramente estereotipada, abre en para en par la puerta a la ideología y estereotipo. Sin embargo, en otros casos, cuando escapa a la repetición, el adjetivo, en cuanto atributo mayor, es también la vía regia del deseo: es el decir del deseo, una manera de afirmar mi voluntad de goce, de comprometer mi relación con el objeto e la loca aventura de mi propia pérdida.


-Hay algo opresivo en el discurso que hacen, desde Sollers (lado militante), hasta Todorov (lado universitario), todos aquellos que se preocupan más por las leyes del texto que por su placer. La generación que fue educada en esta escuela corre el riesgo de la frigidez, a largo o corto plazo. Ya los estudiantes (¿es el "control" que nos prometían después del viaje de placer de hace cinco años?) están tan apasionados por la teoría aprendida, como ignorantes de la nuevas invenciones novelescas...


-El texto de Sollers es múltiple, heterológico, cuyas riendas hay que tener con una sola mano. Sollers es uno de los raros escritores que no hay que fetichizar, es decir: recortar, sopesar, seleccionar; hay que tomarlo como un torrente, una rociada potente, el acarreo de todo plural del lenguaje; un pensamiento selectivo, distributivo, sería con respecto a Sollers un pensamiento de placer y no de goce. En cuanto a los enunciados "científicos" o "universitarios", es verdad que la mayoría de las veces dependen de una escribancia, no de una escritura, en la medida en que se renuncia al significante más inmediatamente eficaz, que es el significante estilístico en líneas generales (con sus figuras); pero la escritura no puede limitarse a semejante significante; de hecho incluso sin "estilo" puede haber "escritura": es suficiente con que haya una energía y una singularidad de pensamiento bastante poderosas como para engendrar un nuevo recorte (un nuevo mapping) de lo real (por ejemplo del discurso literario); clasificar, vigorosamente y por sí mismo, es siempre escribir. Un escritor que clasifica está en camino hacia la escritura, porque se arriesga en el significante, en la enunciación, incluso si se ofrecen coartadas cientificistas.


-¿El placer del texto depende del nivel de cultura? ¿O por el contrario, es esencialmente corporal? Usted mismo habló de la cuestión en una entrevista reciente. En sume es preguntarse si es legítimo hablar o no hablar de un "erotismo" de la lectura.


-Nada es probablemente más cultural, y por ende, más social, que el placer. El placer del texto (lo opongo aquí al goce) está ligado a una domesticación cultural, o si se prefiere, a una situación de complicidad, de inclusión (muy bien simbolizada por el episodio en el que el joven Proust se encierra en el gabinete perfumado por los libros para leer novelas, separándose del mundo, envuelto por una especie de medio paradisíaco) El goce del texto es, por el contrario, atópico, asocial; se produce manera imprevisible en las familias de la cultura, del lenguaje: nadie puede rendir cuentas por su goce, nadie puede clasificarlo ¿Erotismo de la lectura? Sí, con la condición de no borrar jamás la perversión, y yo diría caso: el miedo.









Tomado de: 
BARTHES, Roland (2005): El grano de la voz. Entrevistas 1962-1980. Bs. As. Siglo XXI, pp. 150-153. 

22 diciembre 2015

La deformación onírica. Sigmund Freud




La deformación onírica
Un resumen

Sigmund Freud



El deseo aparece disfrazado en el aspecto manifiesto del sueño, en lo efectivamente soñado, proceso denominado 'deformación onírica'. Freud se pregunta porqué tiene que haber una deformación, ya que podría haber ocurrido que el sueño expresara el deseo en forma directa, sin deformación. Esta deformación es intencional y se debe a la censura que el sujeto ejerce contra la libre expresión de deseos, por encontrarlos censurables por algún motivo. Hay sueños negativos de deseos, donde lo que aparece es el incumplimiento de un deseo. Para esto se dan varias explicaciones, entre las cuales está la satisfacción de una tendencia masoquista. No obstante sigue en pie la conclusión general de Freud: los sueños son realizaciones disfrazadas de deseos reprimidos.


Nos preguntamos cómo los sueños de contenido penoso podían ser interpretados como realizaciones de deseos, y ello es perfectamente posible cuando ha tenido efecto una deformación onírica; esto es, cuando el contenido penoso no sirve sino de disfraz de otro deseado. Los sueños penosos contienen, algo penoso para la Cc., pero que al mismo tiempo cumplen un deseo del Inc. El análisis nos demuestra que el sueño posee realmente un sentido: el de una realización de deseos. En el tratamiento analítico de un psiconeurótico comunico al sujeto todos aquellos esclarecimientos psicológicos con ayuda de los cuales he llegado a la comprensión de los síntomas; pero estas explicaciones son siempre objeto, por parte del enfermo, de una implacable crítica, se niegan a aceptar que todos los sueños son realizaciones de deseos, como por ejemplo esta paciente histérica:


- Dice usted que todo sueño es un deseo cumplido. Pues bien: le voy a referir uno que es todo lo contrario. En él se me niega precisamente un deseo: «Quiero dar una comida, pero no dispongo sino de un poco de salmón ahumado. Pienso en salir para comprar lo necesario, pero recuerdo que es domingo y que las tiendas están cerradas. Intento luego telefonear a algunos proveedores, y resulta que el teléfono no funciona. De este modo, tengo que renunciar al deseo de dar una comida.»


¿De qué material ha surgido este sueño?. Su marido, un carnicero, le había dicho el día anterior que estaba demasiado gordo e iba a comenzar una dieta y haría gimnasia, y sobre todo, no aceptaría ya más invitaciones a comer fuera de su casa. Hace mucho tiempo que ella tiene el deseo de tomar caviar, pero no quiere permitirse el gasto que ello supondría. Naturalmente, tendría el caviar deseado en cuanto expresase su deseo a su marido. Pero, por el contrario, recientemente le ha pedido que no se lo traiga nunca para poder seguir embromándole con este motivo.


La paciente se ve obligada a crearse en la vida un deseo insatisfecho. Su sueño le muestra también realizada la negación de un deseo. Después de una corta pausa, declara que ayer fue a visitar a una amiga suya de la que se halla celosa, pues su marido la celebra siempre extraordinariamente. Por fortuna, dice, está muy seca y delgada y a su marido le gustan las mujeres de formas llenas. Su amiga habló durante la visita, de su deseo de engordar. Además, le preguntó: «¿Cuándo vuelve usted a convidarnos a comer? En su casa se come siempre maravillosamente.»


- Es como si ante la pregunta de su amiga hubiera usted pensado: "¡Cualquier día te convido yo, para que engordes hartándote de comer a costa mía y gustes luego más a mi marido!". De este modo, cuando a la noche siguiente sueña usted que no puede dar una comida, su sueño realiza su deseo de no colaborar al redondeamiento de las formas de su amiga. La idea de que comer fuera de su casa engorda le ha sido sugerida por el propósito que su marido le comunicó de rehusar en adelante toda invitación de este género, como parte del régimen al que pensaba someterse para adelgazar. Ahora bien, ¿Por qué ha escogido usted en su sueño precisamente «salmón ahumado»?


- Sin duda porque es el plato preferido de mi amiga. (Casualmente a esta señora le sucede con este plato lo mismo que a mi paciente con el caviar; esto es, que, gustándole mucho, se priva de él por razones de economía.)


Este mismo sueño es susceptible de dos interpretaciones que no se contradicen, sino que constituyen un ejemplo del doble sentido habitual de los sueños. Su deseo es que no se realiza un deseo de su amiga, pero en cambio sueña que no se le realiza a ella otro suyo. La sujeto no se refiere a sí misma en el sueño sino a su amiga, sustituyéndose a ella en el contenido manifiesto, es decir se identifica con ella.


La identificación es un factor importantísimo del mecanismo de los síntomas histéricos, y constituye un medio por el que los enfermos logran expresar en sus síntomas los estados de toda una amplia serie de personas y no únicamente los suyos propios. De este modo sufren por todo un conjunto de hombres y tienen la facultad de imitar todos los síntomas que en otros enfermos les impresionan. El proceso psíquico en la imitación histérica equivale a un proceso deductivo inconsciente. Por ejemplo “si tales causas provocan ataques como ese, también yo puedo tenerlos, pues tengo idénticos motivos”. Si esta conclusión fuera capaz de conciencia, conduciría al temor de padecer tales ataques, pero como tiene efecto en un terreno psíquico distinto, se produce el síntoma temido. Así pues, la identificación no es una simple imitación, sino una apropiación basada en la misma causa etiológica, expresa una equivalencia y se refiere a una comunidad que permanece en lo Inc. La identificación es utilizada casi siempre en la histeria para la expresión de una comunidad sexual. Ella se identifica en sus síntomas con aquellas personas con las que ha mantenido comercio sexual o con las que lo mantienen con las mismas personas que ella. Tanto en la fantasía histérica como en el sueño basta para la identificación que el sujeto piense en relaciones sexuales, sin necesidad de que las mismas sean reales. Así pues el sueño de la bella carnicera expresa los celos que su amiga le inspira sustituyéndose a ella en él e identificándose con ella por medio de la creación de un síntoma, el deseo prohibido. La sujeto ocupa en su sueño el lugar de su amiga porque ésta ocupa en el ánimo de su marido el lugar que a ella le corresponde y porque quisiera ocupar en la estimación del mismo el lugar que aquélla ocupa.





Material y fuente de los sueños


Las fuentes de donde los sueños extraen su material, vale decir su temática o contenido, son las siguientes:


a. Lo reciente y lo indiferente
b. Experiencias infantiles
c. Fuentes somáticas
d. Fuentes comunes a todo el género humano (sueños típicos)


En los sueños solemos encontrar restos diurnos, experiencias del día anterior: esto es lo reciente. Sin embargo el sueño no acoge todas esas experiencias, sino sólo aquellas que son indiferentes o secundarias vistas desde nuestra vida despierta. Este carácter nimio de lo manifiesto, sin embargo, remite siempre a algo sumamente importante en el nivel latente. El sueño puede surgir también de impresiones infantiles que durante la vigilia hemos olvidado. Habitualmente estas impresiones no aparecen en forma directa sino a través de alguna alusión, y entonces la interpretación desarrolla y completa esta impresión infantil.


Los sueños poseen con frecuencia varios sentidos (varias realizaciones de deseos). Incluso una de ellas puede encubrir a la otra, hasta que debajo de todas ellas encontramos un deseo primordial de nuestra primera infancia.


Otras fuentes del material onírico son los estímulos somáticos. Estas fuentes se agregan a las anteriores, de manera que la teoría del sueño como realización de deseos sigue en pie. Un estímulo somático importante es la necesidad de dormir, y aquí entonces el sueño tiene por función preservar ese dormir. Un estímulo somático, placentero o displacentero, puede generar en el sueño una escena como producto psíquico (la sensación de sed evocada en la imagen del desierto); y al revés, sucede también que un contenido psíquico reprimido puede sustituírse fácilmente por una interpretación somática (por ejemplo la sobreprotección materna puede sustituírse como asfixia orgánica).


Por último, hay ciertos sueños típicos que sugieren que hay fuentes comunes a todos los seres humanos. Por ejemplo el sueño de sentir vergüenza ante la propia desnudez, la muerte de personas queridas, los sueños de dar examen, el sueño de volar, etc.


La elaboración onírica


La elaboración onírica es un mecanismo por el cual las ideas latentes (lo más importante del sueño) son disfrazadas o transformadas en otro código: el contenido manifiesto. Mediante la elaboración entonces lo latente aparece disfrazado en lo manifiesto, tarea que se lleva a cabo mediante mecanismos como la condensación, el desplazamiento, etc.


La brevedad del sueño manifiesto, comparada con la amplitud y riqueza de lo latente, nos obliga a pensar que hay un trabajo de condensación, por el cual en un contenido manifiesto se condensan varias ideas latentes. La condensación se ve especialmente cuando en el sueño aparecen palabras raras (las cuales condensan varias ideas).


El desplazamiento consiste en representar una idea latente en otros contenidos manifiestos que aparentemente no tienen nada que ver. En la elaboración onírica se manifiesta un poder psíquico que despoja de su intensidad a los elementos de elevado valor psíquico (latentes) y crea, además, por la superdeterminación de otros elementos menos valiosos, nuevos valores, que pasan entonces al contenido manifiesto.


Condensación, desplazamiento, superdeterminación son proceso de elaboración llevados a cabo por la influencia de la censura, que obliga a disfrazar lo latente. Lo latente debe encontrarse lo suficientemente disfrazado como para 'engañar' la barrera de la censura, de la resistencia.


Un tercer mecanismo de elaboración es la simbolización, o sea el empleo de símbolos para expresar lo latente. Por ejemplo, el sombrero como símbolo de los genitales masculinos. Tales símbolos no tienen un significado fijo o rígido, y dependen de cada sujeto.


En la elaboración onírica se da también un 'cuidado de la representabilidad', lo que significa que ideas abstractas e incoloras como suelen ser las ideas latentes, se traducen en lo manifiesto como expresiones plásticas y concretas, con lo cual entonces lo latente aparece aún más disfrazado. En general, el trabajo de elaboración hace que los sueños aparezcan como absurdos.


Lo interpretable no es solamente el sueño, sino además también todas nuestras opiniones y sensaciones que el sueño nos suscita una vez que hemos despertado. El sueño no es solamente una expresión de ideas latentes, sino también de afectos latentes. Las manifestaciones afectivas que aparecen en el sueño guardan relación con afectos latentes.


Un cuarto y último mecanismo de elaboración es la elaboración secundaria, que le da una apariencia lógica al sueño incoherente, disfrazándolo entonces aún más. En general, la elaboración no piensa, ni calcula, ni juzga: se limita a transformar o disfrazar, dando como resultado un producto llamado sueño. Las ideas latentes, para poder encontrar expresión en él, deben primero sustraerse a la influencia de la censura, lo cual se logra gracias al desplazamiento de las intensidades psíquicas hasta lograr la transformación de todos los elementos. La reproducción de las ideas debe llevarse a cabo mediante imágenes visuales o acústicas, desplazamientos que se logran gracias al cuidado de la representabilidad.







Resumen de Freud S: La interpretación de los sueños, Obras Completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1981. Cap, 4, 5 y 6.


19 diciembre 2015

Enseñar a leer y escribir hoy en la Universidad. D. Cassany.




Enseñar a leer y escribir hoy en la Universidad


Daniel Cassany desarrolla tres enfoques: lingüístico, psicolingüístico y sociocultural. Cátedra Alfonso Reyes, UNAM, 2003