16 marzo 2014

El árbol genealógico como arte. A. Jodorowsky





El árbol genealógico como arte


Alejandro Jodorowsky



Para sanar una enfermedad no podemos limitarnos sólo a lo científico. La mirada de un artista equilibra la de un médico, capaz de comprender los problemas biológicos pero que carece de las técnicas necesarias para detectar los valores sublimes sepultados en cada individuo. Para que sane, es necesario que el paciente sea lo que en verdad es y se libere de la identidad adquirida: lo que los otros han querido que sea. Toda enfermedad proviene de una orden que hemos recibido en la infancia obligándonos a realizar lo que no queremos y una prohibición que no obliga a no ser lo que en realidad somos. El mal, la depresión, los temores resultan de una falta de conciencia, de un olvido de la belleza, de una tiranía familiar, del peso de un mundo con tradiciones y religiones obsoletas.


Para sanar a un paciente, o sea ayudarlo a convertirse en lo que en verdad es, se le ha de hacer consciente de que no es un individuo aislado, sino el fruto de al menos cuatro generaciones de ancestros. Es imposible conocernos a nosotros mismos si no conocemos el legado material y espiritual de nuestro árbol genealógico. Pero las estructuras del clan familiar no deben ser el objeto de interpretaciones restrictivas que analizan al ser como si fuera una máquina biológica. El ser humano consciente no puede ser analizado como un todo fijo, un cuerpo-objeto sin realidad espiritual. El inconsciente, por esencia, se opone a toda lógica. Si es reducido a explicaciones científicas o enseñanzas universitarias, se lo convierte en cadáver.


Cuando uno deja de obedecer a los dictados universitarios, todos los enfoques tienen algo que ofrecer. Por eso nunca dudé en estudiar las filosofías orientales, el mensaje de las religiones o el esoterismo, tratando de encontrar llaves de comprensión global del ser humano. Mi visión del árbol genealógico la guiaron unas palabras de Buda, cuando señala: ¡el mundo está en llamas, tu casa arde!, no te preguntas cómo está hecho o creado el mundo, ¡piensas sólo en salvarte!


¿Cómo servir y ser útil? ¿Cómo hacer para entregar al otro las llaves de su sanación y no limitarnos únicamente a explicar su mal? Constaté que, aquejados de dolores físicos y morales, la mayoría de mis consultantes vivía como si la humanidad no tuviera un valor que la diferenciara de las plantas o los animales y se multiplicara en un universo carente de finalidad que se expande por azar. Entonces, me sentí impulsado a pasar de la Psicoterapia a la Metagenealogía.


Si bien desde Freud se acepta la existencia de una zona mental no consciente (o sea no percibida por conciencia de la vigilia), inadecuadamente llamada "inconsciente" y a la que se atribuye la sede de las pulsiones primitivas, los traumas y los recuerdos tanto personales como colectivos (es decir, la presencia constante del pasado), no se tienen en cuenta los proyectos del futuro (anidados en la materia desde antes de la aparición de la vida) por considerar que universo se desarrolla sin ninguna finalidad consciente.


El espíritu humano aspira ante todo a dos cosas: el conocimiento y la inmortalidad. El Inconsciente, entonces, debería concebirse compuesto de dos zonas: aquella que es producto de las experiencias del pasado -incluyendo en ella nuestros vestigios animales, y a la que podría seguir llamando "Inconsciente"- y esa otra que encierra en potencia las posibilidades de mutación tendientes a desarrollar seres con Conciencia cósmica -para nada compuesta por experiencias pasadas sino por posibilidades futuras, a las que se capta en estados poéticos y proféticos, que podría recibir el nombre de "Supraconsciente"


Evolucionamos sobre un planeta que participa en una danza cósmica donde todo va surgiendo, desapareciendo, transformándose. ¿Cómo entonces definirse? Para encontrar la raíz del "uno mismo" un Yo permanente en la impermanencia, debemos situarlo más allá de la materia universal para identificarnos con su centro creador, sabiendo que hemos nacido para participar activamente en la evolución del cosmos. El "yo" individual y el "nosotros" cósmico no pueden sino unirse en la Consciencia. ideal de una forma simbólica se planteo la Alquimia, poniéndose como tarea espiritualizar la materia al mismo tiempo que materializar el espíritu. Traducido a un lenguaje psicológico, esto se transforma en: el Ego (el "yo") debe integrarse en el Inconsciente al mismo tiempo que el Inconsciente debe hacerlo en el Ego. Nuestra individualidad, establecida por la familia, la sociedad y la cultura, se emparenta con la materia bruta, la nigredo, la podredumbre o plomo que la Alquimia transforma en otro, en Ser esencial, en Conciencia.


Al preguntarme cómo realizar un trabajo que me condujera a la mutación, me pareció necesario moderar los deseos en pro de la salud; eliminar las cosas pasajeras y de poco valor, para tomar consciencia de mi inmortalidad como organismo colectivo, logrando la libertad; desprenderme de las amarras mentales para que nada subjetivo me saparara de la energía creadora, llegando a la reunión. Actuando como si estuviera vivo al mismo tiempo, liberado de los intereses terrestres, como si estuviera muerto, cesar de "pertenecer", de "identificarme" o de "definirme"


Para desarrollar un alto nivel de Conciencia se requieren esfuerzos tenaces, continuos, intensos, implacables. en este proceso debemos morir a nosotros mismos y volver a nacer transfigurados, no definiéndonos como racionales o irracionales, jóvenes o viejos, mujeres u hombres. Ningún nombre ni ninguna nacionalidad debe limitar nuestro acontecer impersonal, para que, debajo de nuestra mascara individual, gocemos la paz del anonimato, no tengamos barreras entre lo humano y lo divino, seamos tanto lo que somos como lo que no somos.


Nuestro cerebro, probablemente el objeto mas complejo del universo, tiene más de cien mil millones de neuronas, células dotadas de un núcleo que funciona como un aparato receptor-emisor en miniatura y que se unen a otras formando redes de conexión que se transmiten la información bajo forma de corriente eléctrica. Venimos al mundo con un potencial neuronal que es el del hombre del futuro pero, sin embargo, con escasas conexiones. Una red se teje poco a poco, en contacto con nuestros familiares y los conocimientos que nos trasmiten. heredamos experiencias. Sin embargo, siendo estas experiencias limitadas, se traducen en idiomas "nacionales" produciendo estados naturales estancados, un mundo interior que abarca muy pocas conexiones, una celda cultural de la que difícilmente podemos escapar.


La energía que circula por las neuronas, que los científicos definen como eléctrica, muy bien puede ser pensada como una manifestación de la Conciencia universal que tiende a crear en nuestro cerebro una estructura formada por la totalidad de conexiones posibles entre sus células: la mente grandiosa del hombre futuro. Igualmente podemos pensar que esta misteriosa energía tiende a unir a todas las conciencias que pueblan nuestro universo. La voluntad familiar-social-cultural lucha porque el individuo obedezca a la voluntad de los antepasados, que en la mayoría de los casos, por acumulación de ideas, sentimientos, deseos y necesidades heredadas, contraría el proyecto espiritual y lo sumerge en bajos niveles de Conciencia.


El árbol genealógico actúa como una trampa, imponiendo a la perfección del proyecto cósmico de los descendientes sus limites materiales y psicológicos -mezclando temores, rencores, frustraciones, ilusiones- Ya en el vientre de la madre el feto recibe la orden de imitar el modelo legado por sus ascendientes. La familia no acepta la creación pura y simple, venida de "nada" sin modelo exterior.


Todo individuo es el producto de dos fuerzas: la fuerza imitadora -dirigida por el grupo familiar, actuando desde el pasado- y la fuerza creadora -manejada por la Conciencia universal desde el futuro- Cuando los padres limitan a sus hijos obligándolos a someterse a planes, a consignas ("serás esto a aquello", "te parecerás a tal" "nos obedecerás y propagarás nuestras ideas y creencias"), desobedecen los proyectos evolutivos del futuro, sumiendo a la familia en toda clase de enfermedades físicas y mentales. La Conciencia, desde los primero instantes de su individuación en el feto, padece este conflicto entre crear o imitar. Cuando el niño, al nacer, presenta pocos trazos psicológicos calcados de sus progenitores, poder pensar que es la Conciencia quien fue capaz de vencer la influencia de los modelos que deseaban embuirle las generaciones precedentes a la familia. Si por el contrario el niño se convierte en la copia de sus padres o abuelos, la Conciencia fue derrotada. Las almas creadoras son escasas, las almas imitadoras forman legiones. Las primeras deben aprender a comunicar y sembrar sus valores, las segundas deben liberarse de sus moldes y aprender a crear , es decir, a llegar a ser ellas mismas y no lo que la familia, la sociedad y la cultura quieren que sea.


El ser cultural, formado por quienes lo han educado, debe aceptar las proyecciones que sobre él han hecho sus familiares impulsados por el deseo de ser imitados, teniendo que ejercer tal o cual profesión, pertenecer a tal o cual religión o idea política, luchar contra o cual predicción negativa: -Si haces aquello, te destruirás; si te entregas a tal actividad terminarás como un pordiosero; si tienes relaciones sexuales antes del matrimonio, te convertirás en una puta" Como el cerebro tiende a cumplir las predicciones, éstas, transformadas por el Inconsciente en órdenes, actúan sobre la vida del individuo como maldiciones que exigen ser realizadas.


En cambio, el ser esencial, programado por el Supraconsciente, despliega en la mente aspiraciones sublimes (casi siempre reducidas a simples ilusiones por la memoria del clan), utopías (casi siempre vividas con angustia) o deseos de mejorar el mundo (casi siempre vividos con desesperanza). En todo momento, el ser cultural y el ser esencial se entremezclan, a veces batallando, otras uniendo sus fuerzas. Bisabuelos, abuelos y padres se funden en nosotros tanto para lo mejor como para lo peor. Las fuerzas de repetición y de creación en su dinámica sin fin nos impulsan a la vez hacia la repetición de lo mismo y a acceder a lo que somos auténticamente. Los individuos, al mismo tiempo, pueden tener de sus bisabuelos, abuelos y padres una visión positiva y otra negativa, convirtiéndose de este modo cada familiar en una entidad noble: una luminosa y otra oscura. Dos campos de energía que a pesar de oponerse son complementarios. en el tiempo presente, el espíritu que se materializa colinda con la materia que se espiritualiza, el Supraconsciente con el Inconsciente, el intento de realizar el futuro con el intento de repetir el pasado, el ser esencial con el ser socio-cultural, el deseo de crear con el deseo de imitar. Al estudio del árbol genealógico bajo sus aspectos simultáneos y complementarios, tesoro y trampa, lo he llamado "Metagenealogía"











Tomado de:
JODOROWSKY, Alejandro y COSTA, Mariana (2011): Metagenealogía. Bs. As. Sudamericana, pp. 27-35