12 enero 2016

Diario íntimo. Extractos. Miguel de Unamuno



Diario íntimo
Extractos

Miguel de Unamuno


La fe sencilla

El racionalismo histórico (Renán) propende a no ver más que la humanidad de Jesús, un hombre bueno, perfecto, un genio, el mayor de todos, sin observar que un hombre bueno y perfecto es un Dios. Y el racionalismo idealista reduce al Cristo a un verbo platónico o más bien alejandrino , a un puro concepto.


Sólo la fe sencilla une los dos extremos y ve en el Jesús histórico al Cristo divino el Redentor y el Verbo. Hay que imaginarse vivamente la sagrada Pasión. Allá en la gloria sometido todo al Hijo, el Hijo mismo se someterá al Padre y a Él someterá todo, y todo será en Dios. El panteísmo señala una vigorosa aspiración a Dios, es el deseo de la gloria corrompido.


Ser Dios es, tal es la aspiración del hombre, y Dios se hizo hombre para enseñarnos cómo nos hemos de hacer hijos suyos, como lo fue su Hijo, que nos enseñó que fuésemos perfectos como su Padre. 


El pecar no es humano, sino demoníaco


El pecar no es humano, sino diabólico, quienes viven a sabiendas en pecado no son hombres sino demonios. Humanos son hambre, sed, calor, hielo, pena, desgracia, persecuciones, sueño, fatiga. Todas estas son cosas que también Cristo padeció en sí, el cual era un verdadero hombre justo en la sabiduría, y un hombre firme en la virtud, y un hombre perfecto en el Espíritu Santo. Pero por esto era un Dios eterno en la eterna verdad y no un pecador.


Hacerse niño


Para salvarnos en Cristo tenemos que hacernos uno como Él. Y para ello empezar por hacernos niños y vivir vida humana y oscura, de humilde paciencia. No ha de ser tu redención una maravilla, un repentino resucitar y subir en gloria, sino lenta vida, vida oscura, vida que empiece en ignorada niñez. Ese súbito romper el capullo y aparecer mariposa que te bañes en luz y vueles por el aire libre sería fantasía, pura apariencia, no realidad. Sufre tus dolores y espera de ellos el parto espiritual.


La fe es un hecho


La fe es un hecho en los que la poseen y disertar sobre ella los que no la tienen es como una sociedad de ciegos discutiera acerca de lo que oyeran hablar de la luz a los videntes. La fe es un hecho, y como un hecho hay que estudiarla.


En las intuiciones sensibles, sea la que fuere la realidad objetiva fuera de nuestra representación, guiándonos por ella vivimos, y obrando conforme a esas impresiones conservamos nuestro organismo que nos es tan extraño a la conciencia como el mundo mismo objetivo. Una serie de seculares adaptaciones entra la realidad objetiva de nuestro organismo y la del mundo ha creado esas asociaciones de intuiciones sensibles.


Y así también merced a las intuiciones de la fe conservamos la vida del alma, su bondad, su paz, su actividad, su caridad. La larga historia del cristianismo es una serie de adaptaciones de nuestra conciencia moral al mundo de la fe.


La conversión es lenta


La conversión es lenta, es un proceso. Cuando parece eruptiva es como la mariposa que rompe el capullo o el pollo el cascarón: había precedido íntimo proceso.


Hay dos labores, una interior y es el adaptar nuestro eterno yo, al yo cristiano, al hombre renovado, nuestro ambiente interior, nuestros recogidos hábitos, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos. La otra labor es la de adaptar a nuestro yo social el ambiente exterior, el de nuestras relaciones con los demás.


Si en el primer periodo, el del cambio interior, queremos lanzarnos al cambio del exterior peligra la obra acaso.


Porque hay en todos dos elementos, el centrífugo y el centrípedo, el fondo heredado y hecho carne nuestra que labora por adaptarse al mundo, y el elemento adquirido y aún no apropiado que nos mueve a adaptarnos al mundo. Hay el hombre que crece como el árbol, por capas sucesivas brotadas de íntima savia, siendo cada capa nueva más interior que las anteriores, la última subida de savia solidificada entre corteza y leño; y hay el hombre exterior que se forma por aluviones de fuera, más exteriores, los más recientes. entre uno y otro las acciones y reacciones son vivas y mutuas. Se hacen mutuamente. La vida espiritual resulta de la reciprocidad entre estos dos hombres, cuya unidad es Cristo. El hombre interior se vivifica en el miembro de la iglesia.  









Tomado de:
UNAMUNO, Miguel (2006): Diario íntimo de 1897. Madrid, Alianza Editorial, pp.44, 49, 69, 82 y 108.

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