14 diciembre 2012

La Seducción. Jean Baudrillard



La seducción

Jean Baudrillard



En mi opinión, el universo de la seducción era lo que se inscribe radicalmente contra el de la producción. Ya no se trataba de hacer surgir las cosas, de fabricarlas y de producirlas para un mundo del valor, sino de seducirlas, es decir, de desviarlas de ese valor, y por tanto de su identidad, de su realidad, para llevarlas al juego de las apariencias, a su intercambio simbólico. Este intercambio simbólico ha apuntado primero al mundo económico, a los bienes -como en el potlatch- y después al intercambio simbólico de la muerte. A continuación ha llegado la sexualidad, que ha estrechado un poco el campo. En mi opinión, la seducción afecta a todas las cosas, y no solamente el intercambio entre los sexos.


Es cierto que, por su diferencia, cada sexo busca y encuentra su identidad confrontándose con el otro, en una forma a un tiempo de rivalidad y de connivencia, haciendo positiva la sexualidad como función y como goce. Pero, para mí, la seducción era, fundamentalmente, una forma reversible en la que ambos sexos fisiológicos se jugaban su identidad, entraban en juego. Me interesaba una forma del devenir masculino de lo femenino, del devenir femenino de lo masculino, frente al prejuicio que afirma que lo masculino es en sí la identidad sexual. Yo entendía lo femenino como lo que contradice la oposición masculino/ femenino, la oposición valorizada por los dos sexos. Lo femenino era lo que transversalizaba esos conceptos y, en cierro modo, abolía la identidad sexual. Tengo que decir que eso ha creado algún malentendido con las feministas. Porque, a partir de ahí, el envite ya no era la liberación sexual, que, a fin de cuentas, me parecía un proyecto bastante ingenuo puesto que se basaba en el valor, en la identidad sexual ...


La seducción es un juego más fatal, y también más arriesgado, que no excluye en absoluto el placer, muy al contrario, pero que no tiene nada en común con el goce físico. La seducción es un desafío, una forma que siempre tiende a desconcertar a alguien respecto a su identidad, al sentido que puede adoptar para él. Recupera la posibilidad de una alteridad radical. Me parecía que la seducción afectaba a todas las formas que escapan a un sistema de acumulación, de producción. Ahora bien, la liberación sexual, que, al igual que la liberación del trabajo, era el gran tema de aquella época, no escapaba al esquema productivista. Se trataba de liberar de la energía cuyo modelo arquetípico era la energía material, modelo en absoluto contradictorio con el gran juego de la seducción que, por su parte, no es de tipo acumulativo.


La seducción juega menos sobre el deseo porque no es un juego con el deseo. No lo niega, y tampoco es su contrario, se limita a ponerlo en juego. Las apariencias pertenecen a la esfera de la seducción, mucho más allá de las apariencias físicas. Es la esfera donde la intervención del ser es una especie de deontología, donde permanecemos en formas flexibles y reversibles, donde ningún sexo está seguro de su fundamento ni, sobre todo, de su superioridad. Había apostado entonces por lo femenino, al igual que en el intercambio simbólico, en lugar de por la muerte. Era una especie de contraseña, "contrarrealidad", por decirlo de algún modo, de indicio de reversibilidad de la vida y la muerte. La Jemina era también la reversibilidad de lo masculino y lo femenino. 


Una puntualización, sin embargo: el término «seducción» ha sido utilizado con exceso, en una serie de acepciones como "el poder seduce las masas", "la seducción mediática", o los "grandes seductores"... Yo no entendía el término a ese nivel, extremadamente vulgar. Es cierto que, en el campo de la seducción, creía que la mujer poseía históricamente una posición privilegiada. Pero juntar la mujer y la seducción se me antojaba condenarla a las apariencias, y por lo tanto a la frivolidad. Un contrasentido total: la seducción a la que yo me refería es realmente el dominio simbólico de las formas, mientras que lo otro sólo es el dominio material del poder a través d e la estratagema.


El crimen originario es la seducción. Y nuestros intentos para hacer positivo al mundo, darle un sentido unilateral, al igual que toda la inmensa empresa de la producción, tienen sin duda la intención de eliminar, de abolir el terreno, a fin de cuentas, peligroso y maléfico de la seducción. El otro mundo de las formas -seducción, desafío, reversibilidad- es el más poderoso. El otro, el mundo de la producción, posee el poder, pero la potencia, por su parte, está del lado de la seducción. Diría que no es la primera en términos de causa y efecto, en términos de sucesión, pero es más poderosa, a la larga, que todos los sistemas de producción, de riquezas, de sentido, de placer ... Y cabe que todos los tipos de producción estén subordinados a ella. 









Tomado de:
BAUDRILLARD, Jean (2000): Contraseñas. Barcelona, Anagrama, pp. 29-33.