29 marzo 2022

Vivir en la diversidad. Francisco Marcos-Marín y Armando De Miguel

 



Vivir en la diversidad


Francisco Marcos-Marín y Armando De Miguel


Frente a la idea de mente colectiva o de propiedad de la comunidad de hablantes, puede valer la propuesta de Hermann Paul de que se debe estudiar la lengua como propiedad individual. Al menos es una propuesta que puede utilizarse contra las presunciones racistas o nacionalistas que rebrotan. En 1929 el círculo de Praga presentó sus célebres tesis, de las que se originaría la renovación de la Lingüística como ciencia y el nacimiento de las escuelas estructuralistas europeas. En ellas ya se planteaba el problema de la ciudad como territorio de contacto lingüístico entre hablantes de distintas colectividades, con grados diversos de cohesión social, profesional, territorial y familiar. Las comunicaciones han ampliado esa situación antes ciudadana a países enteros.


Al devolver a los individuos el protagonismo en las aplicaciones del lenguaje, se va hacia un planteamiento conceptual en el que se produce un desacuerdo individual, un conflicto lingüístico. Cuando se habla de las lenguas y las culturas y de sus acuerdos y conflictos, se trata de acuerdos y conflictos entre seres humanos, entre grupos de hablantes. Las lenguas y las culturas son sistemas y son usos; para su realización dependen de la acción humana. 


Corresponde preguntarse, por tanto, qué tipo de relaciones se establecen entre las lenguas en contacto. La respuesta tendrá en cuenta dos consideraciones, la diacrónica (un mismo espacio en dos momentos del tiempo) y la sincrónica (dos espacios en el mismo tiempo). 


Históricamente las lenguas están en contacto en situaciones de sustrato, adstrato y superestrato. El sustrato lingüístico de una lengua L lo constituyen las lenguas que se hablaban en su territorio cuando esa lengua L se implantó en él. Las lenguas de sustrato dejan algún tipo de huella en la lengua nueva. 


Cuando los romanos se instalaron en la Península Ibérica, a partir del año 218 a.C., empezó a consolidarse el latín como lengua de Hispania. Naturalmente, no se impuso con la misma profundidad ni rapidez en todas partes; pero en todas ellas se encontró con que los hablantes que aprendían latín, hablaban también otras lenguas. Esas lenguas anteriores constituían su sustrato lingüístico. Las más importantes de esas lenguas eran el celta y el ibérico, así como el vascuence. Todas ellas estaban fraccionadas en diferentes variedades; se pude decir que estaban compuestas por dialectos distintos. Se conoce mal esta etapa, porque no tenemos descripciones de esas lenguas; pero sí sabemos que el español tomó de ellas, además de palabras como perro o vega, estructuras como la muy característica de -á-a-o: páramo, relámpago, murciélago. Esas palabras tienen orígenes distintos; pero su estructura, su conformación como palabras, sigue un esquema prerromano. Estamos ante un factor de sustrato.


El adstrato implica un contacto histórico. En ciertas zonas de España y Francia el celta, primero, luego el latín y luego el español y el languedociano (que no es el francés) y, dentro de él, sobre todo las hablas gasconas, han estado en contacto con el vascuence durante siglos. Esas lenguas han ido evolucionando una al lado de la otra, por ello han ido influyéndose mutuamente. Desde la perspectiva del vascuence, ha tenido como lenguas adstráticas el celta, del que tomo la numeración vigesimal (ogei es el celta ugain, latín uiginti, ‘veinte’), el latín, del que tomó casi todo su léxico abstracto, y el español, del que siguió tomando elementos léxicos. El vascuence dio al castellano la estructura de las cinco vocales, o elementos léxicos como izquierdo, por decirlo brevemente. Las lenguas en adstrato pueden estar interinfluyéndose durante siglos, incluso ya no serán la misma lengua; pero mantendrán su relación como lenguas nuevas. El vascuence actual no es con seguridad el vasco que se hablaba en la época romana; lo que ha perdurado es el nombre, aunque se designe como eusquera. El latín ya no es latín, sino español o gascón; pero en relación permanece con nuevos elementos.


El superestrato implica una relación interrumpida de dependencia. En casi toda la Península Ibérica el árabe se impuso a las hablas descendientes del latín, románicas o romances. Desde esa posición influyó en los romances, a los que dio elementos estructurales, como la preposición hasta, un gran elenco de elementos léxicos, como préstamos léxicos, desde aceite a azotea, afectándolos durante siglos. El árabe era la lengua del poder, del dominio; pero no se mantuvo, desapareció, fue sustituida por esos romances sobre los que había actuado. Esa acción «desdearriba» de una lengua sobre la que se acabará imponiendo en su territorio es la típica acción superestrática. Es necesaria la desaparición en el territorio de esa lengua otrora dominante. La relación del inglés y el español en los Estados Unidos no es, por tanto, una acción de superestrato (para que lo fuera tendría que desaparecer el inglés de ese territorio). Es una acción adstratística, desde el punto de vista histórico, porque las dos lenguas se mantienen activas por los hablantes. 


Sincrónica o simultáneamente las lenguas en contacto participan de dos situaciones, el bilingüismo o la diglosia. Para entender mejor la situación hay que recordar que los individuos no hablan propiamente una lengua. Recordemos que la lengua es una estructura. Lo que cada individuo habla es una sección de esa lengua, con elementos que pone en común con lo que otros hablantes realizan en común (la norma) y elementos idiosincráticos que constituyen su propia variedad, su dialecto propio o idiolecto. Puede decirse que cada hablante selecciona una variedad fragmentaria de la lengua. El sistema siempre está ahí, de él los hablantes toman recursos; pero ningún hablante posee el sistema. Y, cuando se dice ningún hablante, se quiere decir también ningún territorio. Las afirmaciones del tipo «el mejor español se habla en Valladolid» o «en Santa Fe de Bogotá» son rigurosamente falsas. En Valladolid se hablará el mejor vallisoletano y en Bogotá el mejor santafecino; pero otra cosa es imposible, porque el sistema nunca se realiza en su conjunto, ni en una persona, ni en un lugar. 


También hay un bilingüismo social, es el que da origen a términos como jerga o lengua de especialidad. Se trata de selecciones de la lengua para distinguir a un grupo. Nótese otra vez cómo la lengua sirve para distinguirse. Hay jergas de maleantes, pero también jergas de médicos, de abogados, de internautas y de otras profesiones. La de maleantes recibe también el nombre específico de germanía, porque los maleantes se asociaban en germanías o hermandades, que es lo que la palabra significa. En nuestro mundo importa mucho la jerga juvenil, penetrada de anglicismos. 


El lugar común, el punto de encuentro, el consenso entre una serie de dialectos constituye la norma, lo que del sistema realizan en común los hablantes. Hay por ello una norma general, consensuada, y puede haber también una norma prescriptiva, en las lenguas que tienen una autoridad del idioma (sea una Academia, como el español, el francés, el gallego, el vasco), sean varias (como el italiano), sean las instituciones educativas o los escritores de prestigio (como el inglés). Esa norma prescriptiva es la que aparece en los diccionarios, ortografías y gramáticas escolares. Las instituciones encargadas de la norma hispánica son las veintidós Academias de la Lengua Española, que existen en todos los países hispanohablantes «oficiales», más las Filipinas y los Estados Unidos (aunque no en Guinea Ecuatorial). 


La gestión del bilingüismo.


Una vez que se sabe que lo que realmente existe son los dialectos, es más fácil entender las situaciones de contacto (y más difícil entender la cerrazón mental de ciertos hablantes). Es bilingüe todo el que habla dos lenguas distintas con plena capacidad de comprensión. Nótese que plena no significa «total». Nadie entiende totalmente una lengua. Basta con abrir un diccionario y comprobar el gran número de las palabras que cualquier hablante ignora, por no hablar de los textos de difícil o imposible interpretación unívoca. Un bilingüe compensado es el que puede utilizar cualquiera de las dos lenguas para diferentes propósitos. 


El bilingüismo compensado es más difícil de encontrar que el tipo de bilingüismo en el que el hablante utiliza una lengua para unos fines y otra para otros. Si una lengua se usa para fines de la vida diaria, domésticos, y otra para los niveles superiores de comunicación (la escuela, el trabajo, las relaciones con la Administración) se trata de una situación de diglosia. La diglosia implica que una lengua es la lengua A, la que sirve para los niveles considerados superiores y otra es la lengua B, limitada al ámbito doméstico.


Una de las tristes consecuencias de una mala gestión del bilingüismo en España es que los gobiernos nacionalistas utilizan la escuela pública (no la privada, lo cual no es inocente) para hacer que el español pase a lengua B, mientras que la lengua del partido dominante y sus seguidores se convierte en la lengua A. El cambio no es aséptico, pues el español es la lengua de difusión internacional que es común a todos los españoles. Si se consigue el objetivo, la capa dirigente de la población estará compuesta por bilingües compensados, mientras que la clase modesta, formada en la escuela pública, estará formada por diglósicos. Añádase la peculiaridad de que se habrá conseguido que los disglósicos no puedan manejar la lengua internacional para la comunicación superior, lo que constituye sin duda un tipo sutil de servidumbre cultural. Parece muy difícil convencer a las personas de que lo mejor es que cada uno utilice la lengua en la que se sienta más cómodo, tanto en la escuela como en sus relaciones con la Administración o en su propia casa o comercio. El daño que esta situación acabará haciendo a las lenguas más débiles es tremendo y no sería sorprendente que acabara en su desaparición total, cuando los oprimidos por la diglosia impuesta reaccionen al verse estafados.


La vesania de la situación es todavía más manifiesta cuando se pretende culpar a una supuesta «extrema derecha» (que corresponde en realidad a los liberales), de una persecución de las lenguas más débiles y de poner obstáculos a su desarrollo. Los nacionalistas son, en todo caso, fuerzas que se sitúan más a la derecha de los liberales, de manera que hay una voluntad de engañar a la población haciéndoles ver lo blanco negro, por un estudiado ejercicio de luces y sombras. El retorcimiento llega hasta el punto de que los nacionalistas lingüísticos acusan de «nacionalismo» a los que defienden el bilingüismo. Desgraciadamente, lo que hay detrás de esa pirueta terminológica no es ni siquiera un cálculo inteligente, ya que la verdadera inteligencia no puede actuar contra la libertad. Lo que hay es simple y pura incompetencia para gestionar la delicada trama de relaciones humanas que hay siempre detrás de una situación en la que coexisten dos lenguas.


Este mundo de todos es un mundo de todas las lenguas, lo general es la diversidad. Es normal ser bilingüe y, dentro del respeto de todos los idiomas y a todos los idiomas, es distinto el ámbito de actuación de las lenguas. Además, cuando se está en un entorno de bilingüismo como el de algunas regiones españolas, es beneficioso saber para qué sirve cada idioma que se habla y rentable, educativa y culturalmente, saber aprovecharlo. España no es diferente en esto de la mayor parte de los países europeos. El contacto de lenguas es natural, es también histórico, es garantía de diversidad cultural que vale la pena mantener, añádase, frente a cualquier energúmeno. La reflexión, por cierto, es de doble dirección. Si no se tiene derecho a imponer una lengua, tampoco se tiene a suprimirla. En las sociedades libres, los hablantes, que son los contribuyentes, deciden. Eso no implica que la tarea sea fácil. 


Lengua y cultura. 


Se dice que la lengua es una condensación de los valores de una sociedad, pero ese enunciado necesita algún matiz. Es muy difícil determinar esos valores de una manera directa, preguntando a la gente. La dificultad reside en que los informantes pueden ocultar o disimular sus verdaderos sentimientos. Pero .cuando conversan, escriben o peroran, esas mismas personas dejan entrever, sin darse cuenta, algunos de sus valores en las palabras o frases que seleccionan de forma espontánea. Ahí es donde se ve que la cultura es fundamentalmente lo heredado. La primera herencia que recibe una sociedad es la lengua, que lo es para cada persona, no tanto para un territorio. 


Cuando se combinan los parámetros lingüísticos con algunos ejes culturales, se comprenden las limitaciones de la situación, incluso en regiones en las que la situación lingüística apoya mucho más a la lengua autonómica, como en Cataluña. La escasa dedicación a la lectura afecta a todas las lenguas, pero más a las débiles y, especialmente, afecta a través de la prensa diaria. Con un bajo índice de lectura de los diarios (roto además a favor de los deportivos, claramente partidarios de la tirada en castellano), la prensa en las otras lenguas de España vive en situación de penuria y sostenida gracias a un decidido empeño oficial por mantener la lengua en ese terreno. La lengua débil podrá afianzarse en los medios que gozan de protección pública (radio, televisión) o en el dominio estrictamente oficial, pero es más difícil que lo haga en la economía de mercado.


En la dimensión económica de España no se puede producir para una sola región, y menos cuando el interés adquisitivo por ese producto es pequeño. Cataluña ha sido, durante mucho tiempo, el centro de la edición en castellano, el lugar donde se publicó a los grandes autores latinoamericanos. Son conocidas las bajas cifras de edición de libros y de lectura en España y en Latinoamérica; no aumentan cuando el objeto está en la lengua local, más bien disminuye. A veces el espejismo consiste en que el sector que compra el libro es el más comprometido con la cultura y la lengua, pero eso no supone demasiado en el conjunto de la sociedad. La edición en las lenguas débiles (como la producción de películas) sólo puede mantenerse con generosas subvenciones. 


Los datos permiten al lector descubrir la verdad y advertir el terrible peligro que supone para las lenguas débiles someterlas a la tensión de un  uso total, impuesto. Los hablantes no pueden asimilar tantas vitaminas, el resultado puede cuartearse y generar un híbrido. Claro que es difícil moderar el entusiasmo. El científico debe señalar las cosas que los políticos no quieren oír. España tiene una serie de comunidades bilingües que han demostrado algo que no era tan previsible, que los hablantes, como contribuyentes, están dispuestos a asumir un costo elevadísimo para mantener su patrimonio lingüístico. Esa realidad brillante de la vida cotidiana española debe ser reconocida, porque es cierta. Las lenguas cuestan dinero y, si su uso es limitado, ese dinero es inversión en cultura, en identidad, a diferencia de la inversión en una lengua internacional, como la española castellana, que reditúa en otros rubros.


Se llega entonces al punto crítico. Los hablantes —que son también los contribuyentes— han hecho un gran esfuerzo. La lengua minoritaria está ahí, en la escuela, en la universidad, en todas partes. Incluso hay asociaciones que, temerosas, ven a la lengua internacional en peligro y la defienden, se lamentan de sus limitaciones en una sociedad de todos. Justo en ese momento se produce una ruptura que podía estar prevista, pero que se había soslayado, porque siempre hay científicos que dicen lo que los políticos quieren oír. La sociedad absorbe las dos lenguas, las tres lenguas, las que sean, porque el hablante ha pasado a un plano de interlengua. La lengua que habla es su lengua materna, pero junta a ella están las otras lenguas aprendidas, su experiencia cultural, su identidad lingüística compleja. Si no se produce un corte defensivo abrupto, que lleve a la eliminación radical de la lengua internacional, la lengua débil irá cediendo hablantes a la interlengua. Esos hablantes creerán, durante mucho tiempo estar hablando una lengua (o, más exactamente,  dos), y lo harán, pero instalados en ese territorio interlingüístico, en el que, por otra parte, vive la mayoría de los seres humanos en todo el planeta. Las sociedades monolingües son pocas y algunas, como los Estados Unidos de América, se presentan ya con una clara definición de plurilingüismo y multicultura.


El flujo de población que tradicionalmente se dirigía de España a América, ahora ha cambiado de sentido. Millones de hispanohablantes en Iberoamérica se trasladan a España y a los Estados Unidos. En Estados Unidos entran en contacto dos lenguas de carácter internacional, el inglés y el español. Se plantea la cuestión del bilingüismo en la enseñanza. En España el bilingüismo es entre el español y las otras lenguas regionales. La defensa de esas últimas se convierte en el objetivo principal de los nacionalismos.


La máquina cultural.

 

En el universo general, los conceptos lingüísticos enlazan con el también vago concepto de cultura, para ir determinando lo que llega a ser el mundo propio de diversos pueblos o comunidades, especialmente las que se constituyen como países. Se toma prestado el título del epígrafe a la socióloga argentina Beatriz Sarlo, porque en él se recoge una clara alusión a los dos mecanismos culturales de mayor influencia: la escuela como conservación y la traducción como innovación.


Son insuficientes los planteamientos basados en la oposición de diglosia (lengua A para los usos cultos, de prestigio; lengua B para la comunicación familiar, reducida) y bilingüismo, desde un punto de vista cultural. Por un lado, la identidad lingüística no implica identidad cultural y las consecuencias de este simple aserto, incluso dentro de las grandes culturas occidentales, no pasan desapercibidas para quien observe la evolución del mundo en los últimos decenios. Por otro, las nociones de bilingüismo y diglosia no dan cuenta de los conflictos lingüísticos provocados, aquellos en los que se produce un enfrentamiento, por ejemplo, entre el aprendizaje como transmisión y la desviación de lo aprendido como innovación. El conflicto está latente por la contradicción que existe entre la esfera de actuación experimental y la esfera de actuación política. El campo cultural, incluyendo el científico, pertenece a la esfera de la experimentación, mientras que el político se apoya en lo seguro, no especula. 

 

El desarrollo de las comunicaciones actuales carece de paralelos históricos. Las culturas tienden a la homogeneización. Ante esa gravísima situación, el político no especula, se apoya en lo que conoce, en su lengua, en su pegujal, de ahí el auge de los nacionalismos, el temor al otro, a su monolingüismo, señalado por Derrida. Sin embargo, la cultura, que es comunicación de culturas, sufre cuando se limita a una lengua específica y se vigoriza con la necesidad de la traducción y la interpretación. Si el político no lo sabe y nadie se lo dice, se reforzará en su esfuerzo monolingüe y se irá empobreciendo, ajeno a la experimentación. 


Al considerar las culturas de los inmigrantes en España se presenta una variedad de situaciones, que, imperfectamente resumidas, serían: cultura aparentemente igual a la española, es decir, la cultura hispanoamericana, homologable, frente a culturas distintas, no homologables. Pero no todas las culturas distintas se enfrentan a problemas similares. La cultura china y la cultura árabe, por ejemplo, sufren un proceso de fosilización, al menos hasta épocas muy recientes, porque se apoyan en una lengua específica para la transmisión de los conocimientos, que no es la lengua hablada realmente por la población. Esta circunstancia, una típica diglosia, pesa a la hora de integrar a niños arabófonos y chinos en el sistema educativo español. 


La carencia de una lengua uniformadora de la cultura en el Occidente de finales de la Edad Media, producida por el desarrollo de las lenguas vernáculas a costa del latín, dio lugar a una nueva situación comunicativa. Se promueve un crecimiento de los elementos del conjunto que comprenden lo que se les dice en su lengua (extensión), y una necesidad de adaptar lo que se dice a niveles culturales inferiores (intensión). Toda época de renovación sufre por ello. La queja es común en los ambientes educativos de la transición XX-XXI. Al menos en todo el mundo occidental hay un acceso mucho mayor a la cultura, con un inferior nivel de conocimientos y de asimilación. Al mismo tiem-po, las posibilidades actuales de yuxtaposición, interpretación y traducción de culturas y entre ellas hace posible que cualquier cultura sea revitalizada, vigorizada, en un período de tiempo relativamente muy breve.


Puede ser útil analizar el caso concreto de la Argentina como una cultura conformada por la suma de los naturales del país (criollismo) y de la inmigración. Se conocen bastante bien las circunstancias que contribuyeron a esa conformación cultural, desde el gigantesco proceso de integración de los emigrantes a partir del siglo XIX y, sobre todo, durante las tres primeras décadas del siglo XX. La heterogeneidad lingüística del inmigrante fue vista sin temor, inicialmente, por autores como Alberdi, porque no hubo una necesidad de defensa de lo propio, que es algo implícito y no explícito. Mas cuando los inmigrantes se apropian también de la modalidad lingüística local es cuando surge el rechazo. Esta nueva sociedad ya no puede asumir la heterogeneidad, mientras que su homogeneidad sólo se la dará un largo y lento proceso lingüístico, que todavía no está terminado. Durante las tres primeras décadas del siglo XX el Estado argentino realizó una firme tarea de integración de la ciudadanía a través de la escuela. El objetivo fundamental fue homogeneizar el país, especialmente a la clase trabajadora, procedente de la heterogeneidad lingüística y cultural, también en parte religiosa (musulmana), pero no racial. Quien dirigió los hilos de esta maniobra cultural fue una clase dirigente homogeneizada. 


En España, en cambio, no existe una clara conciencia de que la escuela laica y estatal es la encargada natural de la conformación de las nuevas señas de identidad que incluirán a los futuros españoles como ciudadanos iguales. Para ello es imprescindible lograr un consenso en torno a las ventajas que supone una lengua internacional como el español. Es una obligación del Estado —central y autonómico— desarrollar mecanismos que eleven el puente entre la ignorancia de la lengua del recién llegado y el dominio necesario para aprovechar el esfuerzo escolar. El fundamento de esa acción es que lo que se integra son futuros ciudadanos españoles, en primer lugar. Es cierto que un derecho del niño es el derecho a su lengua materna, pero no de manera que ese derecho se convierta en una privación de mecanismos superiores de igualdad y libertad, que en España se defienden universalmente en español.


La lengua española es hoy una realidad mundial incuestionable que, como se ha demostrado, se sostendría, en términos económicos, sólo por el movimiento dinerario que genera en los Estados Unidos. Ese movimiento sólo podría mantenerse un corto tiempo si se prescindiera de España y los restantes países hispanohablantes, porque la demanda interna se diluiría, al no contar con el soporte del español del mundo hispánico. La lengua hispana, el español, es una seña de identidad de los pueblos hispanoamericanos avalada por logros en ciencia y arte, expresados en español, bien conocidos de la comunidad internacional.


Hablar en español identifica a los miembros de esa comunidad, entre sí y ante el resto. Es característico que la conciencia de unidad lingüística, muy viva en el pensamiento de los próceres de la América hispánica, se haya visto continuamente reforzada y que el español tenga hoy una coherencia interna verdaderamente superior a la de otras lenguas de difusión internacional (árabe, chino, ruso, portugués). No se trata de algo casual, sino del resultado de una voluntad de unidad lingüística, que los medios actuales deben reforzar.


Conviene recordar que ciencia es aquello que se aprende activamente, frente a la sabiduría, que es lo que ya se ha adquirido tras el aprendizaje. La Gramática es, por lo menos, tan ciencia como la Matemática, y su proceso de aprendizaje natural nunca termina. En estas condiciones, puede ocurrir que la escuela tenga ya un problema lingüístico previo, el de una comunidad monolingüe o bilingüe. Los inmigrantes, históricamente, en todas las sociedades, se inclinan por la lengua común del país al que llegan, por la sencilla y comprensible razón de que es la que les garantiza la movilidad a otra parte del territorio. Eso es así cuando las cosas no les van tan bien como quisieran y piensan que un nuevo traslado podría mejorar su situación. La gran masa de inmigrantes no llega por razones culturales; llega buscando una mejora de su situación económica y social. El dinero es un valor preferente, como lo indica por la cuantiosa magnitud de las remesas que envían a sus países de origen. Mientras permanecen en el margen de la sociedad de llegada les importan muy poco las teorías y pasa tiempo hasta que adquieren conciencia del valor de la escuela.


Cuando se dice que hoy se vive en la diversidad se quiere indicar una variación bien definida, un orden del mundo lingüístico que arranque del bilingüismo, como parte del conocimiento y la apreciación de los valores del contexto general. Como en el caso español, en el entorno de bilingüismo norteamericano, sobre todo en los territorios del sur y el oeste, es beneficioso saber para qué sirve cada idioma que se habla y rentable educativa y culturalmente saber aprovecharlo. Los hablantes de español en los Estados Unidos de América no son tampoco muy conscientes de la existencia de una norma hispánica, que funciona perfectamente en sus países de origen, pero que muchos de ellos no identifican como elemento cultural propio.


Una norma lingüística es lo que del sistema, de la lengua como estructura abstracta, es común a un conjunto de hablantes o a todos ellos. La norma hispánica no es la norma española, ni la de ningún país o región concretos. Hay varios tipos de norma: la regional, la local, la nacional (española, mexicana, argentina, hispánica). Sus límites respectivos se definen por la adecuación a las necesidades comunicativas de los usuarios. Quien sólo habla español en casa no necesita de amplios conceptos; quien precisa hacerse entender también en Bogotá o en Rosario, sí.


La emigración hispana en los Estados Unidos ofrece enormes diferencias culturales, porque llegan gentes de gran nivel en sus profesiones hasta analfabetos o incluso hampones. Muchos mejicanos en los EUA ignoran que existe una Academia Mexicana de la Lengua y desconocen el papel coordinador y consensuado de la Asociación de Academias. No saben que el español es hoy tarea de un muy amplio conjunto de instituciones, que aceptan un diccionario, una gramática y una ortografía común y trabajan conjuntamente en su mejora.


Regla es una palabra emparentada con regir, rey, recto y también con reja. Como continuar la exposición acumulando ejemplos produciría el efecto indeseado de mezclar verdad y mentira, ha llegado el momento de ordenar lo que se piensa y expone. Para ello, por analogía con las cuatro reglas básicas de la Aritmética (dado que la lengua es, como la Matemática, un sistema formal), se darán cuatro principios o indicaciones del camino recto, que es lo que significa regla. Vienen a sintetizar lo expuesto hasta ahora y preparan los argumentos que van a continuar después. 


1. Las lenguas son estructuras, no organismos. Todo cambio, alteración o conflicto, por mucho que se adjetive como lingüístico, arranca de los hablantes, exclusivamente. Una lengua sin hablantes resulta inmutable.

2. El esfuerzo de aprendizaje de una lengua es enorme: se inicia en la infancia y dura toda la vida. Está sometido siempre a todo tipo de presiones sociales.

3. En circunstancias normales, las lenguas no están aisladas, sino que sus hablantes se hallan expuestos a otras lenguas. Ello hace que sea normal la mezcla de estructuras de varias de ellas en grados diversos. El purismo lingüístico es antinatural, no por razones lingüísticas, sino sociales. Todas las lenguas son porosas, admiten voces de otras. Ese rasgo fue muy destacado en el castellano primordial y ha sido decisivo en la expansión del inglés. Al contrario, las lenguas débiles o en retroceso suelen ser poco porosas e intentan ser puristas. 

4. El hecho de que sean los hablantes los que alteren, modifiquen y causen el cambio de las lenguas, hasta su desaparición, es perfectamente compatible con el hecho de que las lenguas se puedan planificar, reestructurar, organizar e incluso imponer por individuos o grupos con un cierto grado de poder lingüístico y social. Mas no hay propuesta lingüística que triunfe si no es asimilada por la sociedad, entendida como el conjunto de hablantes. 






Tomado de:

MARCOS-MARÍN, Francisco Y DE MIGUEL, Armando (2009): Se habla español. Madrid, Biblioteca Nueva, pp.34-48.

20 marzo 2022

Política orgásmica. David Cooper

 



Política orgásmica


David Cooper


Lo primero que hay que decir sobre el orgasmo es que no se puede hablar de él. Sin embargo, se puede hablar "alrededor" de él, y entonces encontramos que el discurso se convierte inmediatamente en un discurso político, con claras implicaciones para la acción. Quiero decir algunas cosas acerca del orgasmo más en términos de experiencia que en términos mecanicistas de reacciones biológicas al estilo de Wilhelm Reich, quien históricamente careció de la perspectiva de las mediaciones de la experiencia-acción entre la micro y macropolítica. Reich, cuyo valor en su lucha contra el establishment psicoanalítico políticamente reaccionario uno admira profundamente, define, por ejemplo, su economía sexual como la "teoría de las 'leyes básicas de la sexualidad'. Estas leyes básicas son determinadas por la 'fórmula orgásmica': tensión-carga-descarga-relajación". "El psicoanálisis es una psicología; la economía sexual es sexología. La sexología es la ciencia del proceso biológico, fisiológico, emocional y social de la sexualidad. La economía sexual es la primera disciplina para establecer la profesión de médico sexólogo". "La abundancia de efectos emocionales, que comporta ciertos peligros en manos de personal no cualificado, requiere un control extremadamente estricto tanto de la formación como de la práctica. Por definición, este control sólo puede ser ejercido por médicos y pedagogos especialmente formados y con experiencia".


Aquí, no se trata simplemente de la posición general de Reich de un lenguaje pseudo-natural-científico, sino que se trata de una cuestión, clara en estas citas, de la sumisión deformante de la sexualidad a la práctica profesional y en especial al poder médico. ¿Cómo podemos ir más allá de la "fórmula del orgasmo" para regresar a las experiencias presentes de personas reales más en la realidad política que en la "científica" ?


El orgasmo es la anulación de la mente en la cúspide de una experiencia sexual. En el orgasmo no hay deseo, ni instinto, ni pasión, ni amor. En el orgasmo no hay dos personas, porque ni siquiera queda una. No existe ninguna experiencia del momento orgásmico porque este momento es precisamente la evacuación de toda la experiencia. Existe todo un mito sobre el "orgasmo simultáneo" como lo finalmente deseable. Bien, es simplemente algo que a veces sucede, o que a veces se finge con un equivocado sentido de la generosidad (culpa en una de sus formas). Lo que importa es que uno abandone totalmente su propia "realidad", hecho condicionado por el mismo abandono por parte de la otra persona de la "realidad" de quienes son. Más básico que esto es la necesidad de ser contemplado por el otro en este estado de abandono. Con ello se expresa una afirmación mutua mucho más completa que el famoso orgasmo simultáneo. La experiencia sobre el abandono es la percepción de la insustancialidad de uno mismo, y es la clave para la desmitificación y eliminación de autoestructuras alienadas que conectan la conciencia personal con la macropolítica.


En la cuestión de la sexualidad extragenital y la homosexualidad, nunca se trata de "inmadurez" ni de "fijación" en un nivel de perversidad polimorfa o pregenitalidad. Intervienen todos los niveles y todas las formas. Es simplemente una cuestión de elegir qué tipo o qué parte del cuerpo y qué persona le excita a uno eróticamente conduciéndole al orgasmo. Se podría argumentar que la incapacidad de tener experiencias homosexuales es una "enfermedad" que necesita "tratamiento". Prefiero decir que sencillamente se trata del camino más placentero para cada uno para orgasmarse. 


Todas las relaciones sexuales orgásmicas son heterosexuales, homosexuales y polimorfas. En las fases de experiencia que preceden al orgasmo, no sólo no somos dos sexos sin ninguna oposición de penetrador/penetrado, sino que todos somos cosas antes de que el todo de las cosas se pierda en la aniquilación de las mentes que conduce a nuestro renacimiento que toma la forma de todas las regiones de ser pasado y futuro.


¿Y respecto a la edad? Algunos hombres prefieren mujeres mayores, aunque la mayoría tiende a buscarlas más jóvenes. Esto se debe en parte a que los hombres tardan mucho tiempo en alcanzar la posibilidad orgásmica a menudo en la mediana edad, después de muchos años de matrimonio y muchos niños. Los cambios menopáusicos de la mujer están condicionados socialmente y deberían ser sociopolíticamente reversibles. No existe una clara menopausia femenina en los demás primates, es una invención humana en términos de reproducción de mano de obra para el sistema de propiedad. El cambio político implica la modificación de nuestra estructura endocrinológica de modo que se consigan posibilidades orgásmicas mucho más allá de los límites actuales (la reducción del potencial orgásmico postmenopáusico por cambios genitales externos atrófícos y disminución de secreciones. Evidentemente, esta química política de nuestros cuerpos no tiene nada que ver con el simple cambio de regímenes, sino que opera a un nivel evolutivo con la abolición de las estructuras de poder en las relaciones humanas y la forma de infraestructura económica que las condiciona.


Las formas de terapia dirigidas hacia la liberación de los cuerpos de los individuos son fácilmente recuperadas por el sistema, no sólo en virtud de ser técnicas comerciales, sino porque la liberación es frágil y uno vuelve al mismo rincón en un contexto social inalterado. Es un poco como los buenos deseos de dejar de fumar (algunos creen que han resuelto los problemas ecológicos del mundo). También es un poco como las prácticas de meditación en un contexto capitalista. La cuestión de la liberación hay que plantearla en otros términos, términos políticos, y, particularmente, en términos de tiempo.


Antes y después del momento de no-mente (anulación de las experiencias alienadas) se produce la experiencia más intensa, el deseo más profundo, pero se trata de una experiencia en la periferia del orgasmo, no "en" élNadie puede "tener un orgasmo", ya que es imposible tener la nada. Esta nada está con aquel que está sin (fuera de). El orgasmo no es nada, pero está en algún sitio.


Como la otra nada a la que la gente llama "el yo", el orgasmo se encuentra en la historia y tiene un lugar pero no tiene sustancia; es indicado por las direcciones de ciertos actos y experiencias. El orgasmo es una objetización precisa del yo como una nada especifica. Por lo tanto, no es posible, ni con los diagramas y esquemas mejor concebidos, hablar "en torno al" orgasmo con concepciones psicoanalíticas del "yo" como una especie de receptáculo en el que se introducen o al que se envían objetos (introyección, proyección, etc.) ni con la concepción biológica en la que la entidad humana se reduce a un organismo sustancial en el que las "tensiones instintivas" deben ser liberadas en el orgasmo; poniendo todo esto simplemente en conjunción con la masa social.


Debemos usar el lenguaje de tal forma que vaya socavando el lenguaje de la conciencia normal, que es antiorgásmico. Por ejemplo, debemos utilizar el lenguaje no meramente para información, sino de modo que en nuestro discurso las palabras existan para formar perfectos silencios. Esto es lenguaje orgásmico y, de la misma manera, los actos orgásmicos destruyen el tiempo burgués represivo, el tiempo normal, a fin de no ser destruidos por él.


En la sociedad capitalista, una vez más, la normalidad es definida por los que poseen los medios de producción y se define únicamente según sus intereses de clase; sus definiciones son aceptadas por los que son aturdidos y confundidos por las informaciones deformadas sistemáticamente de forma más o menos sutil y las falsas construcciones de la prensa, radio y televisión y sistema educativo controlados por el capitalismo, aun cuando dichas definiciones no les interesen.


Así, estas personas no se revelan en contra del modo de producción capitalista y las relaciones de producción, y se las obliga a aceptar la versión represiva de la normalidad que comporta el sistema. Esta normalidad represiva va acompañada por un uso represivo del tiempo. El tiempo capitalista, totalmente condicionado por el sistema de producción de beneficios basado en la rentabilidad de las personas, encarcela la vida sexual y destruye las condiciones para la posibilidad de orgasmo. La condición para el orgasmo es la destrucción del reloj normal para redescubrir los relojes infinitamente variables de nuestros cuerpos. El hombre que vuelve a casa a la misma hora cada día, después de siete horas de trabajo rutinario y pasa la velada de forma rutinaria (cocina rutinaria, TV rutinaria) con su familia rutinaria, se acuesta con su esposa, quien, en el mejor de los casos, arde de rabia por las condiciones opresivas de su rutina diaria, destinada a la destrucción de su personalidad y autonomía; y en el peor, acepta pasivamente su situación. En cualquier caso, cuando "hacen el amor", una o dos veces a la semana, cada quince días o una vez al mes, durante unos diez minutos o algo así, lo hacen a pesar de la destrucción de las condiciones de tiempo para el orgasmo. El hombre que ha interiorizado la rutina mecánica de su jornada de trabajo, expresa la rutina en su cuerpo y confunde una eyaculación placentera, que es como cagar bien, con el orgasmo. 


Reich, naturalmente, reconoció que la eyaculación no significa orgasmo, pero el orgasmo es algo más que su mecánica "adecuada liberación de las tensiones (corporales)"; en experiencia, el orgasmo es el movimiento renovador que sale de una vieja mente y regresa a una nueva en presencia de otra persona con la que uno crea confianza sin necesidad de falsas promesas para el "futuro". Esta esposa de su marido, con su clítoris más o menos virgen, ha sido condicionada para aceptar esto como "aquello", la rutina y nada más. Se podría invertir la "ética protestante del trabajo" y decir "acostarse temprano y levantarse temprano convierte a un hombre en impotente, empobrecido y muerto". "Sano, rico y sabio" es para todas las "demás" personas.


Ésta es la Sexualidad Procreadora destinada, con el menor placer posible, a producir hombres para el mercado de trabajo y mujeres para el mantenimiento de la familia como principal mediador de la violencia represiva a través de la cual se enseña primero a la gente a someterse obedientemente, rendir su autonomía y abandonar la esperanza. Sus opresores, los parásitos improductivos, quedan escondidos de la vista por otros sistemas mediadores de represión, el parvulario, la escuela, la fábrica regimentada con su trabajo alienado, la universidad tecnologizada y todos los agentes de la represión —burócratas, policía, psiquiatras, psicólogos, expertos en relaciones humanas y "sexología", educadores, etc.— que también son víctimas de la represión para la que actúan como funcionarios. 


La sexualidad procreadora es sexualidad sumisa y se encuentra en total contradicción con la Sexualidad Orgásmica. La sexualidad procreadora puede ser y normalmente sólo significa un pene masturbándose en una vagina, el clítoris práctica y virginalmente intocado. Para este tipo de sexualidad, la "posición del misionero'' es ideal (el hombre tendido encima de la mujer), el hombre puede lograr su bombeado masturbador; la mujer no puede moverse en absoluto). La sexualidad orgásmica implica que podemos hacer muchas más cosas con nuestros cuerpos-en-relación que simplemente esto. La sexualidad orgásmica es sexualidad revolucionaria. El momento del éxtasis, el abandono de la propia mente y del sistema del tiempo represivo, es un momento revolucionario.


Este momento se basa en la confianza y es un punto central del origen de la autonomía y la libertad en las relaciones humanas y por lo tanto de la solidaridad revolucionaria. No me gusta la correlación moralista y financiera del trust (confianza) que, además, en las lenguas latinas, se traduce como algo parecido a la fidelidad y la fe religiosa. Así pues, en italiano, en lugar de confianza podría utilizarse affiatamento (armonía), en el sentido de una armonía entre personas que se reconocen mutuamente (latín flatus, respiración (vital)), por ejemplo, el affiatamento de los camaradas que quieren arriesgarse a vivir juntos. Además, en italiano orgasmo tiene un sentido más amplio de gran entusiasmo referido a muchas experiencias humanas: si uno dice "mi madre ha tenido un 'orgasmo' con el nuevo sacerdote esta mañana en la iglesia", en ello no interviene ninguna actividad sexual (aunque siempre cabe la esperanza). La opresión en términos de otras necesidades materiales, alimento, calor, refugio, no es suficiente para una revolución total. Debemos hacer la revolución contra el sistema capitalista, pero también debemos preguntarnos persistentemente "¿revolución para qué?" Evidentemente, no sólo para romper cualquier tabú, como el del incesto, sino cualquier tabú que nosotros decidamos romper en común y por consenso. Alguien me sugirió hace poco como un punto de ruptura que en algún momento al niño "deberla permitírsele" (¿cómo distingue uno entre "permitir" e imponer?) romper el tabú del incesto. 


Pero, ¿quién condiciona las necesidades de cada niño?. Las formas nuevas y liberadas de vivir nuestras relaciones no conducen automáticamente a un camino de la propiedad de los medios de producción. También hay que destruir el tiempo capitalista represivo, y no fue por casualidad que los comuneros de París, en 1871, dispararon "instintivamente" a todos los relojes que representaban el tiempo burgués. Ia más radical de las necesidades radicales es la de desnormalizar la sociedad, en el sentido de atacar no sólo algunas, sino todas las estructuras represivas ahora, y ésta, la más radical de las necesidades radicales se necesita en términos de nuestra necesidad de experiencias específicas de liberación en el orgasmo, que rechaza la represión procreadora familiar, y en la locura creativa o creatividad demente, que rechaza la represión psiquiátrica. Estas formas de vaciar nuestras mentes, perpetuamente, aunque nunca del todo y de empezar con otras nuevas, son subjetivas y en un plano cualitativo, aunque su base es material y su modo es el de la conciencia individual y social ((electiva); están condicionadas históricamente y son reales y no metafísicas. Su frustración, o a veces su imposibilidad de expresión, indica el nivel más avanzado de contradicción en la sociedad capitalista, pero existen las mismas dificultades en aquellos países socialistas en los que una conciencia revolucionaria inadecuada ha conducido a una situación en la que la revolución social va detrás de la revolución política.


Si producimos para nosotros mismos y no creamos plusvalía, creamos tiempo para nosotros mismos, para encontrarnos, jugar y disfrutar sin la opresión de un horario regular. En cualquier caso, son demasiados los artículos que se producen para engañar a la gente y llevarla a una falsa ilusión de felicidad que se aparta de la verdadera dicha de las relaciones liberadas. Y al igual que el absurdo de los inútiles artículos de consumo (y todas estas pseudonecesidades idénticas con marcas diferentes), existe el absurdo de millones de trabajadores en los bloques de oficinas comerciales, en la publicidad, en los bancos, y en el sinfín de pasillos burocráticos del Estado capitalista, que no producen nada, salvo beneficios y delirios para que los usen sus jefes. Hay mucho tiempo que liberar en todos estos bloques de oficinas, tiempo libre que no sólo es la condición para la experiencia orgásmica, sino que debe estar condicionado por ella. El nuevo factor revolucionario es que la gente empiece a hacer el amor en vez de simplemente joder para procrear para sus jefes. El orgasmo es una locura buena y contagiosa. La liberación en el orgasmo significa el final del sistema familiar servil, restrictivo y sofocante que sólo sirve a los jefes, y la creación de la verdadera familia de "hermanas" y "hermanos".


No se trata de promiscuidad cuando es una cuestión de amor. No se trata de perversiones sexuales. Las perversiones sexuales no existen porque nada que conduzca a la confianza y al orgasmo puede ser perverso. Sólo el sadismo y el masoquismo, llevados al punto de la lesión corporal, son relaciones no-orgásmicas de sumisión y opresión, perversiones no-sexuales que son productos típicos del sistema capitalista de producción y de todos los sistemas de amo y esclavo. El mundo ha sufrido inmensamente por el hecho de que se supone que Jesucristo murió para salvarlo, habría sido mejor si se le hubiera podido ver históricamente teniendo un orgasmo para salvarse a sí mismo. La crucifixión no fue ningún orgasmo sino más bien, en la estructura de poder de la Iglesia emergente, la introducción histórica de la sumisión en los intereses de la naciente sociedad feudal. 


La condición personal para el orgasmo es la confianza —una armonía producida a través del trabajo personal— entre dos personas. Esta confianza es totalmente diferente de la "fidelidad" marital burguesa. Con confianza, formamos relaciones no exclusivas y no posesivas que pronuncian una maldición en contra de la represión. Con la confianza orgásmica reforzaríamos los lazos de solidaridad entre nosotros. Entonces no llevaremos meramente a cabo un proceso revolucionario, crearemos la revolución permanente. 






Tomado de:

COOPER, David (1979): El lenguaje de la locura. Barcelona, Ariel, pp. 71-82.