Revisar el canon literario
Una de las consecuencias
más directas de la revisión del canon ha sido la publicación en las últimas
décadas del siglo XX de importantes estudios sobre la literatura colonial, de
cronistas—se trata de explorar las etapas fundacionales del imaginario
americano—y de figuras importantes del barroco—las polémicas entre al barroco y
el neobarroco siempre han puesto de manifiesto el difícil dilema que se produce
a nivel crítico cuando se trata de reconocer la deuda con el poder colonial y
reivindicar lo propio como específico—. Todo ello ha conducido, además, al
debate sobre las literaturas nacionales y a la reivindicación y estudio de la
cultura y la literatura de diversas comunidades indígenas, negras o mestizas.
El texto literario no es un ente aislado. En tanto que está en permanente contacto con otros discursos y formas culturales, se altera la visión tradicional de los géneros literarios. En primer término, se produce la irrupción en el campo de estudio de manifestaciones desdeñadas hasta época reciente como las fotonovelas, las revistas, las tiras cómicas, el cine, la música y los bailes populares. Por otra parte, la tríada genérica tradicional se ve renovada en tanto que la narrativa presenta nuevas características y nuevas manifestaciones —como el cuento o el microrrelato—, la poesía se manifiesta tanto en su vertiente lírica como prosaica, y el teatro asiste a una serie de cambios que lo convierten en una manifestación postmoderna por excelencia puesto que se adapta al apasionante mundo del espectáculo.
La entrada en escena de la cultura en el ámbito de los estudios literarios es un factor que actúa de forma decisiva en el cuestionamiento del canon literario latinoamericano. Este cuestionamiento es positivo siempre que se actúa con criterios y no de forma indiscriminada reivindicando todo lo marginado por las instituciones y la crítica literaria y académica por el mero hecho de haberlo sido y no por sus valores estético-literarios. Los estudios sobre el canon se pueden dividir en tres ramas: los descanonizadores, esto es, aquellos que han pretendido desmitificar obras concretas o bien la institución literaria misma; los canonizadores, que son los que han llamado la atención sobre manifestaciones olvidadas como las literaturas regionales, indígenas, negras, o escritas por mujeres; y estudios sobre el canon actual ya que, una vez que se ha cobrado conciencia de que todo canon es una imposición social generada por un grupo dominante y por intereses ideológicos concretos, la responsabilidad del estudio de la literatura aumenta de forma considerable.
En América Latina el
interés por esta cuestión tiene unas raíces hondas puesto que la dependencia
colonial conlleva el cuestionamiento de los modelos canónicos que se imponen
desde la metrópoli, los cuales, ya en un primer momento, aplican violentamente
un modelo supuestamente universal (europeo) despreciando la tradición oral de
las literaturas indígenas. Pero, por otra parte, hay que destacar que dentro
del mismo subcontinente se producen marginaciones que tardarán en ser
rectificadas como el abandono y posterior reconocimiento de la literatura de
Centroamérica. Cuando se empieza a hablar de crisis de la crítica literaria se
comienza a contemplar también la crisis del concepto de literatura. La nueva
literatura que surge de este contexto exige una nueva relación con el lector debido
a que ya no se considera que el fenómeno literario esté constituido única y exclusivamente
por el lenguaje.
Walter Mignolo,
latinoamericano afincado en Estados Unidos, ha abordado la cuestión del canon
de forma exhaustiva y en relación a América Latina. Partiendo de la idea de que
una de las funciones principales de la formación del canon, literario o no, es
asegurar la estabilidad y adaptabilidad de una comunidad de creyentes,
considera oportuno diferenciar, cuando el problema del canon se relaciona con
actividades disciplinarias, los aspectos vocacionales y los aspectos
epistémicos o disciplinarios de la formación del canon. En Latinoamérica el
canon oficial se forma basándose en la lengua y en los valores de las culturas
colonizadoras más importantes, la española y la portuguesa, e ignorando las
culturas amerindias, lo que se puede observar fácilmente en las primeras
historias literarias del subcontinente americano. Ahora bien, los debates sobre
la formación del canon se desarrollan en tres niveles:
“A nivel vocacional, un canon literario debería verse en el contexto
académico (¿qué debería enseñarse y por qué?). A nivel epistémico, la formación
del canon debería analizarse en el contexto de los programas de investigación, como
un fenómeno que debe ser descrito y explicado (¿cómo se forman y se transforman
los cánones?, ¿qué grupos o clases sociales esconde el canon?, etc.). A nivel
de las fronteras culturales, un canon debería considerarse como relativo a la
comunidad y no como una relación jerárquica respecto a un canon fundamental, ni
tampoco dentro de un modelo evolutivo en que los ejemplos canónicos se
convierten en el paraíso al que aspiran las literaturas y en medida de la
organización jerárquica” (Mignolo,
1991).
Diferenciar estos
niveles es importante ya que deben permitirnos evitar proyectar los valores del
llamado primer mundo sobre el llamado tercer mundo así como minusvalorar los
criterios del tercer mundo comparándolos con los del primero, lo que se puede
lograr acudiendo a descripciones epistémicas de la literatura que puedan
diferenciarse claramente de las definiciones vocacionales. La literatura, desde
esta perspectiva, debería entenderse como una práctica discursiva regional, y
la formación y transformación del canon como un subsistema dentro del sistema.
La enseñanza de la
literatura del tercer mundo (América Latina) que se da en el primer mundo
(Estados Unidos) se produce en términos de colonizado y colonizador, hecho que
sólo puede corregirse reconociendo que existen otras alternativas a la
integración de la periferia en el centro y que enseñar la habilidad de leer es
distinto a la habilidad de leer un conjunto de textos canónicos, esto es,
textos seleccionados por ser portadores de determinados valores estéticos,
étnicos o tradicionales.
Entendida la formación
del canon en los estudios literarios como una manifestación de «la necesidad de
las comunidades humanas de estabilizar su pasado, adaptarse al presente y
proyectar su futuro» (Mignolo, 1991), nos seguimos encontrando con el hecho de
que en una sociedad plural el canon, para los que representan el poder, es
distinto al canon de las comunidades marginadas. Pero la crítica literaria
debería estudiar no sólo la vertiente epistémica del canon, sino también la
vocacional, lo que conduciría a sustituir los problemas normativos relativos a
la formación y transformación del canon por explicaciones que contemplen las
condiciones en las que se forman y transmiten los cánones, esto es, «Preguntas
como quién decide por quién y por qué
debería leerse un grupo de textos determinado tomarán el lugar de preguntas
como qué se debería leer»
(Mignolo, 1991).
Pocos años después, Mignolo vuelve a abordar el tema atendiendo ahora al auge de los estudios sobre
la cultura, en los que se produce un proceso parecido al que se detecta en los
estudios literarios: las «esencias» culturales no están representadas por un
canon, sino que son «creadas» y mantenidas por él. A la preocupación por la
noción de lo literario se une la del límite de la noción de lo latinoamericano,
puesto que Latinoamérica sobrepasa la América Hispana y Portuguesa e incluye el
Caribe español, francés e inglés, e incorpora también las literaturas
fronterizas de Estados Unidos escritas tanto en español como en inglés. En
cuanto a la literatura, no puede entenderse ya según viejas concepciones de
orden estético o estructural puesto que el campo de los estudios literarios se
concibe más como un corpus heterogéneo de prácticas discursivas y de artefactos
culturales.
Algunas de las consecuencias de esta ampliación de horizontes han sido señaladas por el mismo Mignolo:
“La apertura del campo de estudios del canon al corpus trajo dos consecuencias ligadas, la una, a la diversidad de prácticas discursivas involucradas en el corpus y, la otra, ligada a la diversidad lingüística de América Latina y a la movilidad social que produjo zonas fronterizas y productos lingüística y culturalmente híbridos, como es el caso de la literatura «latina» en Estados Unidos. La primera se manifestó en estudios interdisciplinarios, en los que los literaturólogos crearon alianzas con antropólogos, historiadores y socio-lingüistas, fundamentalmente. La segunda se manifestó en un paulatino crecimiento del interés por los estudios comparativos” (Mignolo, 1994-1995).
La rebelión contra un
canon heredado de la colonia ha tenido distintas manifestaciones en tanto que
diferentes investigadores han llamado la atención sobre elementos excluidos
arbitrariamente de ese canon. Así, Ángel Rama, al hablar en su Ciudad letrada de la violencia
con que los colonizadores imponen la letra frente a la voz, idea que desarrolla
Martin Lienhard en La voz y su huella.
Escritura y conflicto étnico-social en América Latina (1991), donde a
los estudios de distintas prácticas discursivas, orales y escritas, une el
análisis de la obra de Arguedas, autor bilingüe y bicultural para mostrar que
existen múltiples manifestaciones en el canon de las prácticas discursivas
coloniales que destacan por su carácter plurilingüe y multicultural y que
llegan hasta el presente. De aquí se deduce que si existen identidades
coexistentes también pueden existir cánones que coexisten, por lo que las
relaciones entre el canon y el corpus se reconfiguran:
“Mientras el canon pareciera implicar una relación de tipo sustancial
entre prácticas y paradigmas culturales, el corpus necesitaría sólo de una
manejable delimitación espacial y temporal. Mientras el canon implica
cuestiones de identidad (¿qué es lo latinoamericano?), el corpus necesita de
parámetros locativos (¿dónde y cuándo se relacionaron las prácticas discursivas
en cuestión?). No obstante, la posibilidad de pensar en cánones paralelos,
coexistentes y mutuamente alternativos incluye una movilidad del canon en el corpus
que depende, en última instancia, de las identidades individuales y grupales y
del poder ejercido por los sujetos del discurso y la institución que los apoya
y los promueve en el espacio social” (Mignolo, 1994-1995).
Jean Franco anota a
principios de los ochenta la íntima relación existente entre la crisis de los
estudios literarios, la reevaluación de la crítica cultural y el cambio de
concepto de lo literario:
“La crítica literaria no es lo que era, en parte porque un grupo
heterogéneo de filósofos, antropólogos y pensadores políticos (Derrida,
Foucault, Althusser y Lévi-Strauss) han afectado sus categorías básicas, y en
parte también porque la lectura de textos dirigidos a entender el cómo de su significado,
es hoy del interés lo mismo para los filósofos, políticos, antropólogos e
historiadores que para los críticos literarios. De hecho, estamos viviendo la
emergencia de una crítica cultural y un análisis del discurso que van mucho más
allá del estudio y evaluación de un pequeño número de textos literarios
canonizados y que cuestiona las razones por las que ciertos textos llegan a ser
evaluados como «literarios»” (Franco, 1981).
Para esta investigadora, que se inscribe a sí misma en una nueva sociocrítica, las áreas a las que hay que atender y que cobrarán gran notoriedad a partir de los cambios señalados son tres: 1) el análisis de la vida cotidiana, que implica el estudio del control del estado y la disciplina familiar, actividades que se realizan en el tiempo libre, modas en el vestir o conducta; 2) el análisis de los medios con la consecuente consideración de las diferencias existentes entre una cultura oral y otra basada en nuevas tecnologías de la comunicación que producen nuevos productos (fotonovela, folletín, etc.) acorde con la ideología del capitalismo avanzado que no se pueden ignorar por cuanto nos enseñan que el concepto de lo literario es histórico y por tanto puede cambiar a lo largo de la historia; 3) y la crítica feminista, poco desarrollada entonces en Latinoamérica, a cuyo desarrollo contribuirá notablemente Jean Franco. Su libro de 1989 Plotting Women, en el que estudia las implicaciones del género discursivo por lo que tiene de fundamental en la lucha de la mujer por el poder discursivo, tomando a Méjico como punto de referencia, marca toda una línea de investigación.
En un ámbito geográfico y cultural como el latinoamericano, marcado por la pluralidad de manifestaciones literarias y culturales, la publicación del libro de Bloom, El canon occidental (1994), constituyó un motivo excelente para centrar las reflexiones que se estaban produciendo sobre este tema. En 1998 Susana Cella edita un volumen colectivo, Dominios de la literatura: acerca del canon, en el que pone a repensar la cuestión a destacados críticos de la zona.
También en el año 2002 Ignacio
M. Sánchez Prado publica El canon y
sus formas: la reinvención de Harold Bloom y sus lecturas hispanoamericanas.
Se centra en su visión del canon y contempla las aplicaciones de este concepto
a Latinoamérica. En este ámbito plural, como en pocos, el canon se forma sobre
la noción de «literatura culta» —e ignora, por tanto, las literaturas
indígenas, la tradición oral, la cultura popular y manifestaciones literarias escritas
no consideradas cultas—, noción lógicamente heredada de la colonia. La
fundación de este canon se produce, a juicio de Sánchez-Prado, en la llamada
Generación del Ateneo, cuyos principales representantes son Alfonso Reyes y
Pedro Henríquez Ureña, autores que, inscritos ambos en la escuela del
americanismo literario, pretenden definir una identidad regional en la que el
lector hispanoamericano pueda ver reflejadas sus propias inquietudes.
En la siguiente
generación, Roberto Fernández Retamar reivindica la autonomía cultural y la
especificidad literaria como resultado de una especificidad histórica y la
literatura como una práctica ideológica relacionada con la constitución de la
cultura continental. Ángel Rama, al cuestionar la cultura letrada y reivindicar
la transculturalidad como elemento definidor de la narrativa latinoamericana,
da un vuelco al viejo concepto de canon. El concepto de heterogeneidad cultural
de Antonio Cornejo Polar y sus estudios de las literaturas indígenas son
decisivos también en este sentido. De todo este proceso se desprende una serie
de hechos que señala Sánchez-Prado:
“En años más recientes, y quizá como consecuencia de lecturas de la
obra de Rama y de Cornejo Polar desde una perspectiva postmoderna, el concepto
de canon ha sido objeto de una revisión constante. Sin embargo, las discusiones
ya no han girado en torno a nuevas maneras de constituir un canon, sino que se
ha puesto en entredicho aún incluso la posibilidad de que éste exista en
realidad o tenga una validez más allá de su función como legitimador de un proyecto
cultural de élites ilustradas. Esos cuestionamientos tienen dos fuentes teóricas,
que van desde la incorporación de los estudios culturales y postcolonialistas
al ámbito de la literatura latinoamericana hasta la reevaluación de géneros literarios
poco tradicionales, como el testimonio” (Sánchez-Prado, 2002).
Ni que decir tiene que estos cambios operados no son del agrado del joven investigador, que convencido de que el canon es una de las formas que tiene la cultura de representarse a sí misma, cree que el canon no debe verse como imposición, sino como un elemento que nos ofrecen las culturas para que podamos estudiarlas y comprenderlas, por lo que no puede ser eliminado.
Sánchez Prado elogia el
carácter elitista que confiere Bloom al canon, lo que le lleva a rechazar
cualquier uso del canon como instrumento extraliterario. El diagnóstico de
Bloom, además, se califica de «exacto» en el sentido de que los cánones y
contracánones utilizan la literatura para enmascarar intereses políticos y
académicos que se plantean detrás del privilegio de que gozan algunas
manifestaciones culturales y sus formas de estudio.
El libro de Susana Cella, Dominios de la literatura: acerca del canon, se organiza en torno a tres secciones temáticas: «El devenir de una palabra», en la que se estudia el concepto e implicaciones de la teoría de Bloom; «El ámbito continental», en la que se pretende ver las consecuencia de la aplicación del concepto a América Latina; y «Canon y literatura nacional», dedicada sólo a escritores argentinos. Los trabajos críticos no habían sido elaborados a propósito y en relación exclusiva al libro de Bloom; están acompañados, además, de fragmentos de obras literarias que ilustran las tesis que se defienden y se recoge una encuesta realizada a cincuenta escritores con el objetivo de que eligieran las diez novelas argentinas más importantes a su juicio. El propósito es demostrar, primero, que el tema del canon existía antes de Bloom y, segundo, que afecta, por un lado, a ámbitos regionales y, por otro, universales, que están al margen del anglocentrismo bloomiano, de ahí que la consideración de un elevado número de teóricos y pensadores (Auerbach, Eco, Kermode, Calvino, Freud, Adorno, Benjamín, Rodríguez Monegal, etc.) cobre sentido en tanto que pone de manifiesto la complejidad de la cuestión. Si bien es cierto que la obra no da soluciones ni visiones programáticas en torno a la problemática, no se puede negar el carácter inquietante que se desprende de una colección desigual de escritos que bucean en el complejo campo de los estudios literarios latinoamericanos del siglo XX.
Referencias
BLOOM, H. (1994). El canon occidental. Barcelona: Anagrama.
CELLA, S. (1998). Dominios de la literatura: acerca del canon. Buenos Aires:Losada.
FRANCO, J. (1981). «Tendencias
y prioridades de los estudios literarios latinoamericanos». Escritura (Caracas)
11, enero-junio.
MIGNOLO, W. (1991). «Los cánones y (más allá de) las fronteras culturales (o ¿de quién es el canon del que hablamos?)». En: SULLA´, E. (ed.). El canon literario. Madrid: Arco-Libros
..................(1994-1995). «Entre el canon y el corpus. Alternativas para los estudios literarios y culturales en y sobre América Latina». En: RINCÓN, C. y SCHUMM, P. (eds.). Crítica literaria hoy. Entre las crisis y los cambios: un nuevo escenario, Nuevo Texto Crítico 14/15.
SÁNCHEZ-PRADO, I. M. (2002). El canon y sus formas: la reivindicación de Harold Bloom y sus lecturas hispanoamericanas. México: Secretaría de Cultura / Gobierno del Estado de Puebla.
Tomado de:
PULIDO TIRADO, Genara (2009): “El
canon literario en América Latina”. En: Revista de la Asociación
Española de Semiótica 18. Madrid.
Genara Pulido Tirado es
catedrática en la Universidad de Jaén.
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