El empobrecimiento de la capacidad de
entender
Giovanni
Sartori
El homo
sapiens -volvemos a él- debe todo su saber y todo el avance de su
entendimiento a su capacidad de abstracción. Sabemos que las palabras
que articulan el lenguaje humano son símbolos que evocan también «representaciones»
y, por tanto, llevan a la mente figuras, imágenes de cosas visibles y que hemos
visto. Pero esto sucede sólo con los nombres propios y con las «palabras concretas»
(lo digo de este modo para que la exposición sea más simple), es decir,
palabras como casa, cama, mesa, carne, automóvil, gato, mujer, etcétera, nuestro
vocabulario de orden práctico.
De
otro modo, casi todo nuestro vocabulario cognoscitivo y teórico consiste en palabras
abstractas que no tienen ningún correlato en cosas visibles, y cuyo
significado no se puede trasladar ni traducir en imágenes. Ciudad es todavía
algo que podemos «ver»; pero no nos es posible ver nación, Estado, soberanía,
democracia, representación, burocracia, etcétera; son conceptos abstractos elaborados
por procesos mentales de abstracción que están construidos por nuestra mente
como entidades. Los conceptos de justicia, legitimidad, legalidad, libertad,
igualdad, derecho (y derechos) son asimismo abstracciones «no visibles». Y aún
hay más, palabras como paro, inteligencia, felicidad son también palabras
abstractas. Y toda nuestra capacidad de administrar la realidad política,
social y económica en la que vivimos, y a la que se somete la naturaleza del
hombre, se fundamenta exclusivamente en un pensamiento conceptual que representa
-para el ojo desnudo- entidades invisibles e inexistentes. Los llamados
primitivos son tales porque -fábulas aparte- en su lenguaje destacan palabras
concretas: lo cual garantiza la comunicación, pero escasa capacidad
científico-cognoscitiva. Y de hecho, durante milenios los primitivos no se
movieron de sus pequeñas aldeas y organizaciones tribales.
Por
el contrario, los pueblos se consideran avanzados porque han adquirido un
lenguaje abstracto -que es además un lenguaje construido en la lógica- que
permite el conocimiento analítico-científico. Algunas palabras abstractas
-algunas, no todas son en cierto modo traducibles en imágenes, pero se trata siempre
de traducciones que son sólo un sucedáneo infiel y empobrecido del concepto que
intentan «visibilizar». Por ejemplo, el desempleo se traduce en la imagen del
desempleado; la felicidad en la fotografía de un rostro que expresa alegría; la
libertad nos remite a una persona que sale de la cárcel. Incluso podemos ilustrar
la palabra igualdad mostrando dos pelotas de billar y diciendo: «he aquí
objetos iguales», o bien representar la palabra inteligencia mediante la imagen
de un cerebro. Sin embargo, todo ello son sólo distorsiones de esos conceptos
en cuestión; y las posibles traducciones que he sugerido no traducen
prácticamente nada. La imagen de un hombre sin trabajo no nos lleva a
comprender en modo alguno la causa del desempleo y cómo resolverlo. De igual
manera, el hecho de mostrar a un detenido que abandona la cárcel no nos explica
la libertad, al igual que la figura de un pobre no nos explica la pobreza, ni
la imagen de un enfermo nos hace entender qué es la enfermedad. Así pues, en
síntesis, todo el saber del homo sapiens se desarrolla en la esfera de
un mundus intelligibilis (de conceptos y de concepciones mentales) que
no es en modo alguno el mundus sensibilis, el mundo percibido por
nuestros sentidos. Y la cuestión es ésta: la televisión invierte la evolución
de lo sensible en inteligible y lo convierte en el ictu oculi, en un
regreso al puro y simple acto de ver. La televisión produce imágenes ya nula los
conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella
toda nuestra capacidad de entender.
Para
el sensismo (una doctrina epistemológica abandonada por todo el mundo, desde
hace tiempo) las ideas son calcos derivados de las experiencias sensibles. Pero
es al revés. La idea, escribía Kant, es «un concepto necesario de la razón al
cual no puede ser dado en los sentidos ningún objeto adecuado (kongruirender
Gegenstandi». Por tanto, lo que nosotros vernos o percibimos concretamente
no produce «ideas», pero se insiere en ideas (o conceptos) que lo encuadran y lo
«significan». Y éste es el proceso que se atrofia cuando el homos sapiens es
suplantado por el homo videns. En este último, el lenguaje conceptual
(abstracto) es sustituido por el lenguaje perceptivo (concreto) que es
infinitamente más pobre: más pobre no sólo en cuanto a palabras (al número de
palabras), sino sobre todo en cuanto a la riqueza de significado, es decir, de
capacidad connotativa.
Tomado de:
SARTORI, Giovanni (1998): Homo Videns. La sociedad
teledirigida. Bs. As. Taurus, pp. 45-48.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario