El Ucumar, terrible monstruo secuestrador |
Bestiarios
Fabricio Ernesto Borja
Los bestiarios son libros dedicados a la descripción y clasificación de animales mitológicos que generalmente producen extrañeza y horror, aunque también pueden describir animales reales. Esta descripción del mundo natural no tiene rigor científico, es decir, que se realiza bajo improntas imaginativas, lo que les otorga a estos animales increíbles atribuciones simbólicas. Por lo general, suelen incluir ilustraciones que, en el caso de los bestiarios medievales, sirven para representar valores morales.
A continuación, voy a contarte sobre
cuatro de mis bestiarios favoritos:
El primero es Monstruos y prodigios (1575) de Ambroise Paré, escritor del
Renacimiento, autodidacta, cirujano de campos de batalla, médico de varios
reyes. Este controvertido bestiario, que conjuga el testimonio, la comprobación
empírica y el relato imaginario, generó de ira de
Paré tiene una curiosidad por lo insólito al punto de maravillarse, pero tiene en claro la definición del objeto de su análisis (sea monstruo o prodigio) y de la enumeración de las causas que generan lo monstruoso.
Los monstruos son cosas que aparecen fuera del curso de la naturaleza (y que, en la mayoría de los casos, constituyen signos de alguna desgracia que ha de ocurrir), como una criatura que nace con un solo brazo o con dos cabezas, o más miembros. En cambio, los prodigios son cosas que acontecen totalmente contra la naturaleza, como una mujer que da a luz una serpiente o un niño con cabeza de rata. En el Renacimiento, la forma de entender el mundo se regía por la semejanza. Lo prodigioso, por tanto, era una extensión (anómala) de lo real, producto del pensamiento mágico religioso.
El segundo es el Diccionario de los dioses andinos (1988), escrito por Antonio
Paleari. A modo de diccionario, hallamos la descripción minuciosa de un
bestiario sagrado: los dioses andinos en toda su extensión americana, con sus
respectivas ubicaciones geográficas, su pertenencia cultural y jurisdicción
tutelar (su espacio, un objeto de la naturaleza, un oficio, su carácter o
función).
Estas expresiones andinas primitivas aún
perduran en el sustrato proveedor del folklore y la tradición autóctona, con
las particularidades asumidas en cada región. Se trata de un panteísmo
diversificado, con deidades mayores y menores, protectoras o vengadoras, cuyo
origen se remonta al asombro y al relato mítico, la ideación de un símbolo que
ha sobrevivido por la palabra y las imágenes que transmiten hasta hoy una infinidad
de memorias ancestrales.
El tercero es Seres sobrenaturales de la cultura popular argentina (2009), del antropólogo argentino Adolfo Colombres. Un libro dedicado a catalogar los seres mitológicos que deambulan por las regiones argentinas, con caracterizaciones iconográficas a fin de captar las formas en que se regodea la mentalidad popular. Formas pasajeras, espectros vagos y fugaces que van conformando una realidad intersubjetiva hasta afianzarse en la imaginación colectiva. Recién entonces estamos ante seres sobrenaturales de una determinada cultura popular que los ha concebido y adoptado.
Cuando estos seres son descalificados
como “supersticiones”, entran al dominio del absolutismo de la religión
cristiana, para luego consolidar su postergada valoración bajo la mirada
racionalista, lo que implica una degradación. El encuentro intercultural y sus
efectos aculturadores, han provocado fusiones, absorciones de unas entidades en
otras. Por ello se registran múltiples descripciones de un mismo ser.
Colombres clasifica a estos seres
sobrenaturales en: a) espíritus: aquellos que tienen restringidas sus
operaciones a partes delimitadas de la naturaleza, y sus nombres no son
propios, sino genéricos, comunes. Hay un número indefinido de espíritus de una
misma clase, y pueden ser benignos, malignos o ambiguos; b) dioses: los que
tienen nombre propio y personalidad definida. Éstos pueden ejercer el bien y el
mal; c) héroes civilizadores o míticos: los que pueblan la esfera religiosa sin
ser venerados ni temidos, sino simplemente admirados por sus aventuras y
enseñanzas; y d) personajes legendarios: los que inspiran temor por el peligro
que representan, pero no parecen caer en el mundo sagrado ni comprometerlo.
Por último, un tipo de bestiario narrativo lo hallamos en Casi verdades (2017) del escritor salteño Gustavo Wierna. Los personajes legendarios señalados por Colombres aparecen en el relato de una serie de hechos “verídicos” que no lo son tanto, recreados por el autor, en un trabajo de literaturización que rescata, gracias a la escritura, aquellas historias oídas en el tiempo –en tanto pasan de generación en generación–, a la medida de cada narrador, como diferentes versiones de un acontecimiento.
Lugares como la finca, el campo, el
cerro, o el cementerio, participan de estas leyendas donde en cada experiencia
recrudece el miedo a la muerte, lo que tensiona y emociona al lector. Los
narradores vacilan en sus recuerdos: alguien que se batió a duelo con
Como estos bestiarios, se hallarán muchos más, dispuestos a extrañarnos, a horrorizarnos, o a divertirnos con su exótico encanto. Está en cada lector disfrutarlos a su modo, conversarlos y vivenciarlos en tanto se incorporen al imaginario social.
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