Punto de vista o la máquina de lectura
Andrea Pagni
Punto de vista había sido creada, a comienzos de 1978, en el marco de
las estrategias de articulación de modelos intelectuales de resistencia contra
el autoritarismo militar, por Carlos Altamirano, Ricardo Piglia y Beatriz Sarlo
-que habían dirigido la revista Los libros hasta que la junta militar de Videla
la prohibiera en marzo de 1976. Pero con el desgaste del régimen debido a la
cuestión de las Malvinas, entre 1981 y 1982, y ya definitivamente con el
restablecimiento de la democracia a fines de 1982, surge primero la posibilidad
y luego la necesidad de replantear la propia posición intelectual, iniciándose
lo que podríamos llamar el segundo tiempo de Punto de vista. En el editorial
del número 30 (Punto de vista, décimo año, julio-octubre de 1987) se efectúa un
balance de los diez años de la revista y se enuncia un programa: "Si la
dictadura militar nos arrojaba a ser pura oposición, un gobierno
democráticamente elegido y, sobre todo, la reconstrucción del sistema
institucional y político abren interrogantes sobre el lugar y el carácter de
nuestras convicciones. Quienes ahora dirigen la revista, se definen como
"Intelectuales de izquierda, en el marco de la democracia". Esta
fórmula aparece, a primera vista, más simple de lo que es, porque la aceptación
abierta del juego democrático no había sido un fuerte de la izquierda argentina
de los sesenta y comienzos de los setenta. Si en la etapa de la dictadura
"ellos", aquellos contra los que Punto de vista toma posición, eran
básicamente todos los que de algún modo apoyaban al régimen militar, en esta
segunda etapa se reconfigura la oposición entre "nosotros", el grupo
de intelectuales que se propone "repensar la izquierda", y para los
que Punto de vista constituye una plataforma ideológico-cultural de discusión y
difusión de ideas, y "ellos": los que rechazan ese planteo, en un
espectro que va desde quienes festejan la muerte del socialismo, hasta los que
no están dispuestos a abandonar o revisar críticamente posiciones ortodoxas.
Hay tres momentos importantes de la reflexión que
funda el procesamiento de la producción narrativa argentina en Punto de vista:
1-En "Los dos ojos de Contorno" publicado en el número 13
(noviembre de 1981), Sarlo dice que Contorno no pudo leer a Borges, porque todo
sistema de lectura "es a la vez una máquina para descubrir y una máquina para ocultar"; "la
misma perspectiva teórico-poética que rescata una línea, desplaza hacia afuera
o simplemente anula la presencia de otra". Algunas características de
aquella perspectiva serían: "la ilusión de que el valor literario se
origina en la experiencia, el convencimiento de que la literatura tiene una
garantía en el lenguaje, pero se juega radicalmente en sus contenidos e
ideas" Posiblemente el consenso creado por Contorno alrededor de estos
presupuestos haya perdurado, también en la práctica narrativa, por lo menos
hasta comienzos de los años setenta quizás, según la óptica, hasta los
comienzos de los ochenta.
2-En su balance de la producción narrativa argentina durante la
dictadura y sus relaciones con la historia, Sarlo dice que durante los años
setenta se pasa "del sistema de la década
del sesenta, presidido por Cortázar y una lectura de Borges (lectura
contenidista, si se me permite la expresión), al sistema dominado por Borges, y
un Borges procesado en la teoría literaria, que tiene como centro al
intertexto" (Literatura y política, VI:19, diciembre 1983). El modelo
Cortázar, habría que pensarlo, quizás, como una mezcla que vincula una
concepción de la literatura en la que rima una noción de verdad no construida
ni relativa, anterior al lenguaje que se propone articularla -al modo de
Contorno-, una relación, directa o indirecta, entre el compromiso político del
escritor y su escritura, y un manejo dentro de las técnicas narrativas de la
novela moderna. Ese sistema sería reemplazado por otro, organizado según una lectura
de los textos de Borges centrada en el uso irreverente de los modelos, la cita
desviante, el apócrifo; un sistema que concibe la dimensión simbólica de lo
social como autónoma respecto de las instancias materiales, y que por lo tanto
no busca en la praxis política del autor el momento subversivo, sino en su
escritura. Punto de vista arma si máquina de lectura a partir de esa
convicción.
3-Sarlo construye una relación que opone ese sistema literario al
terrorismo de estado: "frente al monólogo practicado por el autoritarismo,
aparece un modelo comunicativo que tiende a la perspectivización y el entramado
de discursos". Lo que la nueva estética problematiza mediante esos
recursos, es sobre todo la relación con el referente, afirmando "la cualidad
convencional de toda representación"; la relación entre el orden de la
representación y el orden de los hechos no es equívoca, hay ·diferentes
regímenes de verdad literaria" Lo que esta concepción de la práctica
textual propone, es que no hay, necesariamente, un original privilegiado, en el
que estén depositados la verdad o el sentido -la coincidencia con el orden de
lo real definido de una vez para siempre. Eso nos remite a la lectura que hace
Piglia de la práctica paródica de Borges, que subvierte el orden de la legitimidad
de los textos, y a la lectura que propone Sarlo de las orillas como lugar
específico de enunciación de la literatura argentina. este procesamiento de los
textos borgianos construye, entonces, una analogía entre la versión oficial
autoritaria y única de los hechos por un lado, y por el otro esa otra
autoridad, la de los originales de la cultura central, también únicos, que sólo
admitirán la imitación o el plagio -modalidades desprestigiadas que cimentan la
relación de los originales -, pero no la subversión de esos originales a
través de la cita desviante, de lecturas oblicuas, irrespetuosas y
desorganizadoras.
A partir de este sistema Punto de vista lee y procesa, desde 1978, la
nueva narrativa argentina. La intención, en la época de la dictadura, de hacer de la revista, ante
la obturación de tantos canales de comunicación cultural, un espacio de
circulación de textos, de ideas, de un saber que esta clausurado, había
conducido a privilegiar la reseña de publicaciones argentina y extranjeras, el
comentario sobre exposiciones de arte en el exterior y sobre cine al que el
público argentino no tenia acceso, el reportaje a intelectuales argentinos
residentes afuera del país (T. Halperin Donghi), latinoamericanos (A. Candido,
A. Cornejo Polar, A. Rama) y europeos (R. Willimas, R,. Hoggart), y la
presentación de textos inéditos de narradores y poetas argentino. Los criterios
de selección eran bien amplios: "contra la censura, por la diferencia de
opiniones y la controversia".
En el segundo tiempo las funciones y lo criterios de la revista cambian
y van cambiando también las prioridades en la concesión de espacio. Por ejemplo
se abandona a partir del número 21 (agosto de 1984) con alguna excepción, la
presentación de textos inéditos, y la sección de reseña "Libros"
desaparece definitivamente con el número 33 (setiembre-diciembre de 1988). En
este segundo tiempo van afinándose y transformándose asimismo las definiciones
del "nosotros" y el "ellos", de las inclusiones y las exclusiones,
también en lo que se refiere a la producción y la crítica de la literatura
actual.
El lugar de la literatura.
En su primer tiempo Punto de vista había rechazado la estética realista,
cuyos productos, sobre el trasfondo de las reflexiones acerca de la relación
entre el autoritarismo y técnicas de verosimilización, son denunciados como
reaccionarios o por los menos regresivos. El ejemplo típico, que marca con
continuidad ese rechazo, es Jorge Asís, por la relación que se da, por ejemplo,
en Flores robadas en los jardines de Quilmes (1980) entre escritura
verosimilzante, proyecto autoritario y bestsellerismo. Contra la
"fascinación de lo inmediato", el "anclaje verista", las
"desgastadas funciones testimoniales" se resalta la "dimensión
simbólica"; frente a un manejo de la escritura "como sostén
transparente de los hechos", se prefieren el humor y la ironía "para
construir una distancia", las "operaciones de desterminación,
"la eliminación de referentes políticos obvios".
Se valora la elaboración lingüística, el "ajuste de los medios
expresivos" contra el "exceso de voces coloquiales y regionales"
y los riesgos del pintorequismo. Pero se rechazan igualmente las exhibiciones
formales, cierta sofisticación, la "complejidad aparente que resulta de
manipular técnicas narrativas, aludiendo aquí no a la estética, claro, sino a
los trasnochados epígonos de la narrativa del boom, cuyas técnicas han terminado
por ser predecibles, digeribles y venderse bien.
En su segundo tiempo Punto de vista mantiene el rechazo de la estética
realista, y pone el acento crítico en todo lo que puede leerse como sumisión o
concesión a las normas del mercado, el facilismo, el bestsellerismo. los
resultado más notorios de la "recuperación de la narración", dice
Gramuglio aludiendo a ese fenómeno tan discutido, no solamente en Argentina,
"además de revelarse estéticamente conservadores, tienen un indudable
sello mercantil", desembocan en "la complacencia, el estereotipo y la
repetición"
Para usar una fórmula con la que Sarlo se refiere a la revista Proa,
Punto de vista no se propone organizar "un muestrario de lo publicado sino
un sistema de lo nuevo". En ese sentido, es interesante el artículo de
Gramuglio (XIII:39, diciembre 1990), en el que al comentar novelas recientes de
Matilda Sánchez, Alan Pauls, Sergio Chejfec y Daniel Guebel, refelxionar acerca
del valor de "lo nuevo" en la literatura para fundamentar sus
elecciones y preferencias. Gramuglio distingue, apoyándose en Adorno y con ecos
de Barthes, entre los textos que son nuevos según la lógica del mercado, productos
que apelan a un lector consumidor y pasivo, y aquellos otros textos que
requieren "paradógicamente, más que
la celebración inmediata, la sanción del tiempo bajo la forma de aquello nuevo
que por su fuerza son capaces de provocar", es decir, los textos que
producen textos nuevos, Frente y contra lo nuevo según la lógica (facilista)
del mercado, lo nuevo según la lógica (experimental) de la modernidad.
Si Contorno había leído a Sartre, si la narrativa producida en el marco
teórico de la revista de los hermano Viñas desde mediados de los años cincuenta
había privilegiado la literatura comprometida y el realismo en sus diversas
variantes, al filo de los ochenta Punto de vista leía a Adorno. Frente a las
exigencias de un arte afirmativo, del compromiso abierto, de los textos que
transportan un mensaje, que hablan de lo real y de la verdad, la lectura
política de aquella otra literatura que, al negarse a entablar relaciones
explícitas con la realidad puede resultar, por eso mismo, más corrosiva,
independientemente de las intenciones del autor, o como dice Piglia respecto de
Borges, contra la ideología misma del autor. Si Adorno escribía teniendo en
cuenta el arte censurado por el fascismo, las experiencias de ruptura de las
vanguardias históricas, en Buenos Aires y bajo la dictadura se trataba, para
Punto de vista, de ver que modalidades socavaban, y cómo, desde la literatura,
la definición autoritaria de lo real y de la verdad. A los intelectuales
agrupados en la revista y decididos a "repensar la izquierda" Adorno
les ofrecía un modelo de reflexión del hecho literario más aceptable que otros
pensadores del marxismo.
A diez años de gobierno democrático, aunque no haya desaparecido el
autoritarismo en la Argentina, ni la situación ni las preocupaciones, ni las modalidades
de escritura son las mismas, pero en su estética de rechazo del realismo y de
la industria cultural Punto de vista no ha cambiado su posición. El espectro de
la narrativa ha cambiado, hay nuevos nombres y muchos textos nuevos. Y lo que
se escribe ya no responde a lo que Sarlo llamara ·el sistema dominado por
Borges". Mejor dicho: ya no pasan obligadamente por Borges tampoco los
textos nuevos que puede procesar Punto de vista. El problema podría formularse
quizá en los siguiente términos: el sistema dominado por Borges leído según el
modelo del intertexto había permitido construir un lugar crítico, desde la
izquierda, en la Argentina, para mirar las relaciones entre el poder y el
saber, para criticarlas desde la literatura. En la medida en que ese sistema es
desplazado, pareciera como si la máquina de lectura de Punto de vista ya no
puede funcionar como había hechos hasta mediados de los ochenta.
Hay una reacción que, quizás a partir de la narrativa de César Aira, ha
ido cristalizando en una "estética de la frivolidad": el ejercicio de
la literatura como "gozosa inutilidad". Este fenómeno, verificable en
un grupo importante de nuevos narradores, dispuestos, como aconsejaba
Gombrowicz, a matar a Borges, estaría poniendo en evidencia el hecho de que el
lugar de la literatura en la Argentina ya no está claro, y de que la literatura
estaría perdiendo la función crítica que, más allá del compromiso abierto de
los sesenta, también había marcado al "sistema dominado por Borges".
Cuando Gramuglio se ocupa de Guebel, en "Genealogía de lo nuevo", lo
sitúan, sintomáticamente, dentro de ese sistema, en la medida en que lo ve
oponerse, como Borges, a la estética de la mímesis, aunque por otro camino. Es
interesante comparar ambas aproximaciones a Guebel -si bien se ocupan de
distintas novelas -porque Chejfec y Gramuglio construyen, desde diferentes
perspectivas, objetos de lectura diferentes.
La industria cultura, los medios masivos, el best-seller no gozan, en la
mejor tradición adorniana, del aprecio de Punto de vista. Al rechazar la
literatura que hace concesiones al mercado Punto de vista asume una posición de
crítica a los mecanismos del capitalismo, pero al mismo tiempo corre el riesgo
de reducir los gustos y preferencias del público a mero producto de las
manipulaciones del mercado. En otras palabras, hablar de mercado implica volver
abstractos -o por lo menos pasivos- a los receptores concretos; el rechazo de
la cultura de masas incluye necesariamente al público, y ese es el problema que
desde la posición crítica de Punto de vista parece no tener solución.
Según Sarlo con cuestiones fundamentales para la reflexión de los
intelectuales de la nueva izquierda situados en esa encrucijada: "la
relación entre la cultura de los intelectuales y la de los sectores populares,
sus sistema de préstamos e influencias, la inflexión que en ambos universos
introducen los medios masivos, los problemas de la distribución de bienes
culturales y de la desigualdad del acceso a sus redes e instituciones formales
o informales. La construcción de esa relación entre sectores intelectuales y
sectores populares, relación que, complicada ahora por la inflexión que
provocan los medios, alentó durante muchos años la autorrepresentación del
intelectual redentor, parece seguir siendo uno de los puntos claves, pero
también débiles de la izquierda intelectual argentina.
En la Argentina de fines del siglo XX parece evidente que los
intelectuales, localizados por tradición en el ámbito de lo letrado, están perdiendo
terreno frente al avance de la industria cultural. Punto de vista se ha ido
constituyendo, en su segundo tiempo, en un espacio de reflexión crítica sobre
este proceso. La pregunta es, si no hay alternativas aparte del rechazo total
de la cultura massmediática o su celebración acrítica y populista tal como la
plantea Sarlo, La pregunta es, si los intelectuales no pueden organizar un
lugar de discusión crítica a partir de una aceptación de las posibilidades
democratizadoras que teóricamente, por los menos, ofrecen los medios masivos;
si ese rechazo total no implica ceder espacios, en la medida en que la cultura
massmediática constituye un canal de comunicación importante con las clases
populares, tan centrales en la reflexión de los intelectuales de la izquierda.
Tomado de:
PAGNI, Andrea: "El lugar de literatura en la Argentina de fin de
siglo. Reflexiones en torno a la revista cultural Punto de vista" En:
KOHUT, K. (2006): Literaturas del Río de la Plata hoy. De las utopías al
desencanto. Bs. As. Separata, pp. 185-197.
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