31 diciembre 2018

Punto de vista o la máquina de lectura. Andrea Pagni







Punto de vista o la máquina de lectura


Andrea Pagni



Punto de vista había sido creada, a comienzos de 1978, en el marco de las estrategias de articulación de modelos intelectuales de resistencia contra el autoritarismo militar, por Carlos Altamirano, Ricardo Piglia y Beatriz Sarlo -que habían dirigido la revista Los libros hasta que la junta militar de Videla la prohibiera en marzo de 1976. Pero con el desgaste del régimen debido a la cuestión de las Malvinas, entre 1981 y 1982, y ya definitivamente con el restablecimiento de la democracia a fines de 1982, surge primero la posibilidad y luego la necesidad de replantear la propia posición intelectual, iniciándose lo que podríamos llamar el segundo tiempo de Punto de vista. En el editorial del número 30 (Punto de vista, décimo año, julio-octubre de 1987) se efectúa un balance de los diez años de la revista y se enuncia un programa: "Si la dictadura militar nos arrojaba a ser pura oposición, un gobierno democráticamente elegido y, sobre todo, la reconstrucción del sistema institucional y político abren interrogantes sobre el lugar y el carácter de nuestras convicciones. Quienes ahora dirigen la revista, se definen como "Intelectuales de izquierda, en el marco de la democracia". Esta fórmula aparece, a primera vista, más simple de lo que es, porque la aceptación abierta del juego democrático no había sido un fuerte de la izquierda argentina de los sesenta y comienzos de los setenta. Si en la etapa de la dictadura "ellos", aquellos contra los que Punto de vista toma posición, eran básicamente todos los que de algún modo apoyaban al régimen militar, en esta segunda etapa se reconfigura la oposición entre "nosotros", el grupo de intelectuales que se propone "repensar la izquierda", y para los que Punto de vista constituye una plataforma ideológico-cultural de discusión y difusión de ideas, y "ellos": los que rechazan ese planteo, en un espectro que va desde quienes festejan la muerte del socialismo, hasta los que no están dispuestos a abandonar o revisar críticamente posiciones ortodoxas.


Hay tres momentos importantes de la reflexión que funda el procesamiento de la producción narrativa argentina en Punto de vista:


1-En "Los dos ojos de Contorno" publicado en el número 13 (noviembre de 1981), Sarlo dice que Contorno no pudo leer a Borges, porque todo sistema de lectura "es a la vez una máquina para descubrir y una máquina para ocultar"; "la misma perspectiva teórico-poética que rescata una línea, desplaza hacia afuera o simplemente anula la presencia de otra". Algunas características de aquella perspectiva serían: "la ilusión de que el valor literario se origina en la experiencia, el convencimiento de que la literatura tiene una garantía en el lenguaje, pero se juega radicalmente en sus contenidos e ideas" Posiblemente el consenso creado por Contorno alrededor de estos presupuestos haya perdurado, también en la práctica narrativa, por lo menos hasta comienzos de los años setenta quizás, según la óptica, hasta los comienzos de los ochenta.


2-En su balance de la producción narrativa argentina durante la dictadura y sus relaciones con la historia, Sarlo dice que durante los años setenta se pasa "del sistema de la década  del sesenta, presidido por Cortázar y una lectura de Borges (lectura contenidista, si se me permite la expresión), al sistema dominado por Borges, y un Borges procesado en la teoría literaria, que tiene como centro al intertexto" (Literatura y política, VI:19, diciembre 1983). El modelo Cortázar, habría que pensarlo, quizás, como una mezcla que vincula una concepción de la literatura en la que rima una noción de verdad no construida ni relativa, anterior al lenguaje que se propone articularla -al modo de Contorno-, una relación, directa o indirecta, entre el compromiso político del escritor y su escritura, y un manejo dentro de las técnicas narrativas de la novela moderna. Ese sistema sería reemplazado por otro, organizado según una lectura de los textos de Borges centrada en el uso irreverente de los modelos, la cita desviante, el apócrifo; un sistema que concibe la dimensión simbólica de lo social como autónoma respecto de las instancias materiales, y que por lo tanto no busca en la praxis política del autor el momento subversivo, sino en su escritura. Punto de vista arma si máquina de lectura a partir de esa convicción.


3-Sarlo construye una relación que opone ese sistema literario al terrorismo de estado: "frente al monólogo practicado por el autoritarismo, aparece un modelo comunicativo que tiende a la perspectivización y el entramado de discursos". Lo que la nueva estética problematiza mediante esos recursos, es sobre todo la relación con el referente, afirmando "la cualidad convencional de toda representación"; la relación entre el orden de la representación y el orden de los hechos no es equívoca, hay ·diferentes regímenes de verdad literaria" Lo que esta concepción de la práctica textual propone, es que no hay, necesariamente, un original privilegiado, en el que estén depositados la verdad o el sentido -la coincidencia con el orden de lo real definido de una vez para siempre. Eso nos remite a la lectura que hace Piglia de la práctica paródica de Borges, que subvierte el orden de la legitimidad de los textos, y a la lectura que propone Sarlo de las orillas como lugar específico de enunciación de la literatura argentina. este procesamiento de los textos borgianos construye, entonces, una analogía entre la versión oficial autoritaria y única de los hechos por un lado, y por el otro esa otra autoridad, la de los originales de la cultura central, también únicos, que sólo admitirán la imitación o el plagio -modalidades desprestigiadas que cimentan la relación de los originales -, pero no la subversión de esos originales a través de la cita desviante, de lecturas oblicuas, irrespetuosas y desorganizadoras.


A partir de este sistema Punto de vista lee y procesa, desde 1978, la nueva narrativa argentina. La intención, en la época  de la dictadura, de hacer de la revista, ante la obturación de tantos canales de comunicación cultural, un espacio de circulación de textos, de ideas, de un saber que esta clausurado, había conducido a privilegiar la reseña de publicaciones argentina y extranjeras, el comentario sobre exposiciones de arte en el exterior y sobre cine al que el público argentino no tenia acceso, el reportaje a intelectuales argentinos residentes afuera del país (T. Halperin Donghi), latinoamericanos (A. Candido, A. Cornejo Polar, A. Rama) y europeos (R. Willimas, R,. Hoggart), y la presentación de textos inéditos de narradores y poetas argentino. Los criterios de selección eran bien amplios: "contra la censura, por la diferencia de opiniones y la controversia".


En el segundo tiempo las funciones y lo criterios de la revista cambian y van cambiando también las prioridades en la concesión de espacio. Por ejemplo se abandona a partir del número 21 (agosto de 1984) con alguna excepción, la presentación de textos inéditos, y la sección de reseña "Libros" desaparece definitivamente con el número 33 (setiembre-diciembre de 1988). En este segundo tiempo van afinándose y transformándose asimismo las definiciones del "nosotros" y el "ellos", de las inclusiones y las exclusiones, también en lo que se refiere a la producción y la crítica de la literatura actual.


El lugar de la literatura.


En su primer tiempo Punto de vista había rechazado la estética realista, cuyos productos, sobre el trasfondo de las reflexiones acerca de la relación entre el autoritarismo y técnicas de verosimilización, son denunciados como reaccionarios o por los menos regresivos. El ejemplo típico, que marca con continuidad ese rechazo, es Jorge Asís, por la relación que se da, por ejemplo, en Flores robadas en los jardines de Quilmes (1980) entre escritura verosimilzante, proyecto autoritario y bestsellerismo. Contra la "fascinación de lo inmediato", el "anclaje verista", las "desgastadas funciones testimoniales" se resalta la "dimensión simbólica"; frente a un manejo de la escritura "como sostén transparente de los hechos", se prefieren el humor y la ironía "para construir una distancia", las "operaciones de desterminación, "la eliminación de referentes políticos obvios".


Se valora la elaboración lingüística, el "ajuste de los medios expresivos" contra el "exceso de voces coloquiales y regionales" y los riesgos del pintorequismo. Pero se rechazan igualmente las exhibiciones formales, cierta sofisticación, la "complejidad aparente que resulta de manipular técnicas narrativas, aludiendo aquí no a la estética, claro, sino a los trasnochados epígonos de la narrativa del boom, cuyas técnicas han terminado por ser predecibles, digeribles y venderse bien.


En su segundo tiempo Punto de vista mantiene el rechazo de la estética realista, y pone el acento crítico en todo lo que puede leerse como sumisión o concesión a las normas del mercado, el facilismo, el bestsellerismo. los resultado más notorios de la "recuperación de la narración", dice Gramuglio aludiendo a ese fenómeno tan discutido, no solamente en Argentina, "además de revelarse estéticamente conservadores, tienen un indudable sello mercantil", desembocan en "la complacencia, el estereotipo y la repetición"


Para usar una fórmula con la que Sarlo se refiere a la revista Proa, Punto de vista no se propone organizar "un muestrario de lo publicado sino un sistema de lo nuevo". En ese sentido, es interesante el artículo de Gramuglio (XIII:39, diciembre 1990), en el que al comentar novelas recientes de Matilda Sánchez, Alan Pauls, Sergio Chejfec y Daniel Guebel, refelxionar acerca del valor de "lo nuevo" en la literatura para fundamentar sus elecciones y preferencias. Gramuglio distingue, apoyándose en Adorno y con ecos de Barthes, entre los textos que son nuevos según la lógica del mercado, productos que apelan a un lector consumidor y pasivo, y aquellos otros textos que requieren "paradógicamente, más  que la celebración inmediata, la sanción del tiempo bajo la forma de aquello nuevo que por su fuerza son capaces de provocar", es decir, los textos que producen textos nuevos, Frente y contra lo nuevo según la lógica (facilista) del mercado, lo nuevo según la lógica (experimental) de la modernidad.


Si Contorno había leído a Sartre, si la narrativa producida en el marco teórico de la revista de los hermano Viñas desde mediados de los años cincuenta había privilegiado la literatura comprometida y el realismo en sus diversas variantes, al filo de los ochenta Punto de vista leía a Adorno. Frente a las exigencias de un arte afirmativo, del compromiso abierto, de los textos que transportan un mensaje, que hablan de lo real y de la verdad, la lectura política de aquella otra literatura que, al negarse a entablar relaciones explícitas con la realidad puede resultar, por eso mismo, más corrosiva, independientemente de las intenciones del autor, o como dice Piglia respecto de Borges, contra la ideología misma del autor. Si Adorno escribía teniendo en cuenta el arte censurado por el fascismo, las experiencias de ruptura de las vanguardias históricas, en Buenos Aires y bajo la dictadura se trataba, para Punto de vista, de ver que modalidades socavaban, y cómo, desde la literatura, la definición autoritaria de lo real y de la verdad. A los intelectuales agrupados en la revista y decididos a "repensar la izquierda" Adorno les ofrecía un modelo de reflexión del hecho literario más aceptable que otros pensadores del marxismo.


A diez años de gobierno democrático, aunque no haya desaparecido el autoritarismo en la Argentina, ni la situación ni las preocupaciones, ni las modalidades de escritura son las mismas, pero en su estética de rechazo del realismo y de la industria cultural Punto de vista no ha cambiado su posición. El espectro de la narrativa ha cambiado, hay nuevos nombres y muchos textos nuevos. Y lo que se escribe ya no responde a lo que Sarlo llamara ·el sistema dominado por Borges". Mejor dicho: ya no pasan obligadamente por Borges tampoco los textos nuevos que puede procesar Punto de vista. El problema podría formularse quizá en los siguiente términos: el sistema dominado por Borges leído según el modelo del intertexto había permitido construir un lugar crítico, desde la izquierda, en la Argentina, para mirar las relaciones entre el poder y el saber, para criticarlas desde la literatura. En la medida en que ese sistema es desplazado, pareciera como si la máquina de lectura de Punto de vista ya no puede funcionar como había hechos hasta mediados de los ochenta.


Hay una reacción que, quizás a partir de la narrativa de César Aira, ha ido cristalizando en una "estética de la frivolidad": el ejercicio de la literatura como "gozosa inutilidad". Este fenómeno, verificable en un grupo importante de nuevos narradores, dispuestos, como aconsejaba Gombrowicz, a matar a Borges, estaría poniendo en evidencia el hecho de que el lugar de la literatura en la Argentina ya no está claro, y de que la literatura estaría perdiendo la función crítica que, más allá del compromiso abierto de los sesenta, también había marcado al "sistema dominado por Borges". Cuando Gramuglio se ocupa de Guebel, en "Genealogía de lo nuevo", lo sitúan, sintomáticamente, dentro de ese sistema, en la medida en que lo ve oponerse, como Borges, a la estética de la mímesis, aunque por otro camino. Es interesante comparar ambas aproximaciones a Guebel -si bien se ocupan de distintas novelas -porque Chejfec y Gramuglio construyen, desde diferentes perspectivas, objetos de lectura diferentes.


La industria cultura, los medios masivos, el best-seller no gozan, en la mejor tradición adorniana, del aprecio de Punto de vista. Al rechazar la literatura que hace concesiones al mercado Punto de vista asume una posición de crítica a los mecanismos del capitalismo, pero al mismo tiempo corre el riesgo de reducir los gustos y preferencias del público a mero producto de las manipulaciones del mercado. En otras palabras, hablar de mercado implica volver abstractos -o por lo menos pasivos- a los receptores concretos; el rechazo de la cultura de masas incluye necesariamente al público, y ese es el problema que desde la posición crítica de Punto de vista parece no tener solución.


Según Sarlo con cuestiones fundamentales para la reflexión de los intelectuales de la nueva izquierda situados en esa encrucijada: "la relación entre la cultura de los intelectuales y la de los sectores populares, sus sistema de préstamos e influencias, la inflexión que en ambos universos introducen los medios masivos, los problemas de la distribución de bienes culturales y de la desigualdad del acceso a sus redes e instituciones formales o informales. La construcción de esa relación entre sectores intelectuales y sectores populares, relación que, complicada ahora por la inflexión que provocan los medios, alentó durante muchos años la autorrepresentación del intelectual redentor, parece seguir siendo uno de los puntos claves, pero también débiles de la izquierda intelectual argentina.


En la Argentina de fines del siglo XX parece evidente que los intelectuales, localizados por tradición en el ámbito de lo letrado, están perdiendo terreno frente al avance de la industria cultural. Punto de vista se ha ido constituyendo, en su segundo tiempo, en un espacio de reflexión crítica sobre este proceso. La pregunta es, si no hay alternativas aparte del rechazo total de la cultura massmediática o su celebración acrítica y populista tal como la plantea Sarlo, La pregunta es, si los intelectuales no pueden organizar un lugar de discusión crítica a partir de una aceptación de las posibilidades democratizadoras que teóricamente, por los menos, ofrecen los medios masivos; si ese rechazo total no implica ceder espacios, en la medida en que la cultura massmediática constituye un canal de comunicación importante con las clases populares, tan centrales en la reflexión de los intelectuales de la izquierda.






Tomado de:
PAGNI, Andrea: "El lugar de literatura en la Argentina de fin de siglo. Reflexiones en torno a la revista cultural Punto de vista" En: KOHUT, K. (2006): Literaturas del Río de la Plata hoy. De las utopías al desencanto. Bs. As. Separata, pp. 185-197.


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