La libido en femenino
Entrevista a Francoise Dolto
-Francoise Dolto, ¿a quién se dirige su libro Libido Féminine?
-Se dirige a todos los lectores que se interesan por la evolución de la mujeres, que, aparentemente, crecen como niños “neutros” y que, a partir de los dos años y medio, se desarrollan completamente diferente a los varones. Las relaciones de la niña con los seres humanos están marcadas siempre por la intuición de su sexo, no en calidad de sexo orgánico, sino como estilo del deseo, por la mirada del otro sobre ella, en relación con su deseo por ella. Ese otro -el o ella- es complementario o, al contrario, negativo en su deseo y, en este caso, su rival –lo que valoriza en su sexo y en su persona-, o menosprecia su persona y su sexo.
He querido hacer comprender que la libido es una energía inconsciente que está en la base del desarrollo de los seres humanos, hombres y mujeres, y que esta energía psíquica impregna toda la persona y se expresa por el lenguaje, en el sentido amplio del término, no solamente el lenguaje del comportamiento, de la salud del cuerpo, sino por el lenguaje de los afectos, los sentimientos de la inteligencia que la libido organiza, los engranajes mentales de la recepción y de la emoción de la lengua hablada, según sea el niño de sexo masculino o femenino y según el interlocutor.
La libido no es ni femenina ni masculina. Es una energía interiorizada, atractiva en lo femenino, exteriorizada y emisiva en lo masculino, en mutua complementariedad. La libido se puede estudiar bajo sus dos formas: la forma de las pulsiones activas, emisivas, que son dominantes en el comportamiento masculino y que se expresan ya en los niños pequeños, en sus juegos entre los tres y los cinco años: lanzan flechas, se pelean por el placer de jugar, arrojan piedras; al crecer, les gusta legislar, establecer reglamentos y jugar a transgredirlos. La libido en femenino adopta la forma de pulsiones de atracción, pasivas y ardientes, dominantes después de la nubilidad en las muchachas, lo que no significa inactividad, sino procurar seducir a quien se ama.
Las mujeres tienen una riqueza energética que pone la mira en una organización de todo lo que consiguen asimilar, mientras que el varón tiene una riqueza energética creativa. Son menos pacientes que las mujeres y abandonan la persecución del objeto buscado para perseguir otro que se interpone entre ellos y el primer objeto.
Las dos modalidades de deseo, femenino y masculino, se complementan por completo. Pero existe libido bajo las formas, activa y pasiva, en los representantes de los dos sexos a lo largo de la infancia. En el momento de la madurez genital, los varones van a aumentar su deseo activo, su búsqueda de mujeres, y éstas, su espera de los varones. En cuanto a la actividad procreadora, la dominante activa es funcionalmente papel del hombre, la dominante pasiva -recepción del semen- es el papel de la mujer. La mujer prevé el porvenir, la posibilidad del hijo, mientras que el hombre ve el acto procreador en lo inmediato. Son diferentes y complementarios.
-A propósito de esto, usted distingue “sexualidad” y “libido”
-Sí la libido es deseo psíquico. Según Freud, es una energía inconsciente siempre emisiva, “fálica”, para conquistar, sembrar, atraer, hacer fructificar. Son los comportamientos recíprocos en los encuentros, los que aparecen más pasivos o activos, pero esto no es la libido. La sexualidad sin la libido sería necesidad y celo de la especie humana. La sexualidad se expresa por la mediación de los órganos sexuales genitales responsables de la fecundidad.
-Según usted, ¿ha cambiado el acceso de la sexualidad para la mujer?
-¡De ningún modo! El comportamiento sexual en sociedad es una cuestión de moda. Las cosas esenciales no han cambiado. Lo que ha cambiado son las actitudes completamente superficiales ¿Sabe usted que las mujeres aparentemente liberales son a veces patológicamente pasivas aun frígidas en el acto sexual y perezosas en su vida familiar y cívica? Una mujer sexualmente sensible no es pasiva por el hecho de que tiene pulsiones libidinales llamadas pasivas en su deseo amoroso. Por el contrario, las niñas, y más tarde las jóvenes y las mujeres en los trabajos finos y activos de sus manos y de su cuerpo, sobre todo para aquellos a los que aman.
-Usted diferencia la sexualidad masculina de la sexualidad femenina. Confirma así lo que nuestras abuelas declaraban desde siempre: que el corazón, las emociones y la sensibilidad están más presentes en la mujer en sus relaciones sexuales que en el hombre.
-¿Es obra de los órganos sexuales metidos en el abdomen, cuya excitación no es visible? Y, además, es poco frecuente que, en los hombres, los órganos difieran mucho en el placer experimentado. Confiesan que sus orgasmos son repetitivos, y su goce no muy matizado, mientras que en las mujeres dos orgasmos nunca son “iguales”. Para las mujeres es siempre una novedad, a menudo una sorpresa, descubrirse a sí mismas y al compañero en un momento que yo llamo “surrealista”, imprevisible, y un placer que parece renovado. Es posible que el aspecto funcionalmente repetitivo en el hombre explique que deban encontrar su placer no solamente en su hogar y en su trabajo, sino también con mujeres diferentes.
-En el fondo, el hombre estaría más fácilmente contento desí mismo cuando ha satisfecho su placer y el de su compañera, mientras que, para la mujer, se está siempre en un “cuerpo a corazón”
-La mujer puede evolucionar a través de su sexualidad, pues cada niño que pone en marcha le hace descubrir de un modo diferente lo que, en su hijo, le refiere al genitor de ese hijo, según las dotes y las características del padre que ella encuentra en él. Desde el psicoanálisis. Hay una comprensión de la evolución de los unos por los otros, hombre y mujeres en sus relaciones sexuales, si bien no se habla suficientemente de esto; todo se limita a la búsqueda del placer.
-Usted insiste mucho en la necesidad de que haya palabras.
-Quiero decir los medios lingüísticos para expresar los sentimientos, y por supuesto, las palabras verdaderas matizadas; hacemos nuestros deseos verdaderamente humanos por nuestro lenguaje hablado. Si no hablamos, volvemos a ser ejemplares de la especie, mamíferos de sensaciones, sometidos al celo. Ahora bien, somos sujetos. Cada uno tiene una vida y sentimientos subjetivos que comunica al otro lo mejor que puede. Lo que verdaderamente por ahora se desconoce todavía del otro es lo que hace que el amor se renueve constantemente.
-Usted dice, por otra parte, que no se trata forzosamente del hombre compañero, que la frigidez tiene causas más antiguas, más arcaicas.
-¡Por supuesto! En la mayoría de los casos se remonta al tiempo de la educación más temprana. Muchas mujeres que en realidad no son frígidas creen serlo, experimentan algunas relaciones sexuales con el hombre que aman en un estado emocional de frigidez. Por otra parte, muchos hombres conocen igualmente descargas sexuales satisfactorias en el plano físico que creen orgasmos, pero que no han aportado nada emocional del encuentro esencial con la persona del otro, que lleva a las propias raíces y renueva la confianza en sí misma y en el otro.
-¿Piensa usted que, para el hombre, la sexualidad femenina es un misterio?
-Lo pensaría de buena gana leyendo lo que escriben! Habría que preguntarles a los hombres. Para una mujer, la sexualidad masculina es un misterio. Por esa razón, cuando amamos a un hombre, nuestro amor constantemente es objeto de pregunta. Cuando se ha comprendido todo de alguien, ya no se le desea, porque esa es la característica del deseo, contrariamente a la necesidad, que no es nunca repetitiva.
Sin duda alguna, la imaginación amorosa de una mujer es una sorpresa para el hombre, y es una sorpresa también asistir a la variación de sus sensaciones orgásmicas y sentir hasta qué punto ella vibra como un violín según lo que el artista toca con ella. El artista es la pareja, no es ni el hombre ni la mujer, sino su encuentro de amor.
-Usted pone en duda bastantes ideas recibidas, y sus definiciones del amor son a veces muy poéticas.
-La poesía es vida. He intentado tratar la libido en sus aspectos más carnales y más poéticos, lo más creativos y los más estériles. La libido, esté el servicio de la sexualidad femenina o de la masculina, es siempre creativa. El amor, como el odio, es dinámico. Únicamente la indiferencia no lo es. El odio es un modo de deseo que linda a menudo con el amor. La ambivalencia es sinónimo de muerte del deseo.
Esta entrevista, junto a Eveline Lehnisch, tuvo lugar con ocasión de la reedición, en 1987, de Sexualité féminine, bajo el título Libido féminine. Publicada en: Journal des psychologues, nº 58, junio de 1988.
Ver completa en:
DOLTO, Francoise (2015): Lo femenino. Artículos y conferencias. Bs. As. Paidós. pp. 11-24.
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